Se encuentra en medio del océano Pacífico, tiene más de 12.000 habitantes y recibió múltiples ataques durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
Aunque el océano Pacífico está repleto de islas diminutas, hay una que resalta en el mapa porque allí se encuentra el país insular más pequeño del mundo: Nauru.
Esta nación, que se independizó en 1968, se formó dentro de un territorio de reducida superficie. La escasez de espacio es tan grande que, al día de hoy, es el tercer país más pequeño del planeta, después de Mónaco y el Vaticano.
Y, aunque los habitantes de Nauru han atravesado momentos difíciles, por su ubicación y la mala utilización de sus recursos, actualmente está en plena recuperación, con objetivos de fortalecer sus atractivos turísticos.
Mediante los estudios realizados, se llegó a la conclusión que la isla de Nauru permanece poblada desde, al menos, el año 1.200 a. C. Sin embargo, la utilización de sus recursos, no comenzó hasta el siglo XIX.
Esta pequeña nación, que limita con Kiribati, Islas Salomón, Papúa Nueva Guinea y los Estados Federados de Micronesia, llamó la atención del mundo por su ubicación estratégica, junto a la línea del Ecuador, y sus enormes depósitos de fosfato.
Es por eso que, tras las primeras expediciones a la isla, previas a la independencia de Nauru, múltiples naciones del mundo lucharon para administrar, durante breves periodos, su territorio de 21,3 kilómetros cuadrados.
El primer país que reclamó la isla de Nauru como propia fue Alemania, a mediados de 1888. Pero, tras este accionar y luego de los ataques que recibió el lugar en la Primera Guerra Mundial, pasó a manos de Australia en 1920.
En el marco de la Segunda Guerra Mundial, las tierras del país insular más pequeño del mundo quedaron en manos de Japón, antes que regresara a la administración de Australia, en 1947.
Finalmente, tras intensos debates y luchas, Nauru logró la independencia, del Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda, el 31 de enero de 1968.
La relevancia de Nauru durante el siglo XX es que, durante investigaciones, extranjeros descubrieron una enorme cantidad de depósitos de fosfato en el interior de la isla.
Acto seguido, se introdujeron máquinas para extraer el material y fortalecieron las instalaciones del puerto, para permitir ingresos de barcos que lo trasladaban a otras latitudes.
Por un momento, este procedimiento fue positivo para Nauru, porque le permitió alcanzar un gran desarrollo económico. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, su territorio se quedó sin fosfato, la industria se detuvo y perdieron casi todos los ingresos, como consecuencia de malas administraciones.
Como si no bastara con las complicaciones mencionadas, debido a las excesivas extracciones, el 90% de la isla se transformó en una zona “no cultivable” y, como era de esperar, perjudicó aún más la economía del país.
Por fortuna, el país insular más pequeño del mundo logró superar las épocas más complejas y en la actualidad experimenta una mejora, sobre todo por los beneficios que ha obtenido, en las últimas décadas, mediante su joven y próspera industria turística.
Si bien el país insular más pequeño del mundo está rodeado por una gran masa de agua, dispone de un aeropuerto internacional, donde operan cinco vuelos semanales con destino a Australia y Fiyi.
Por lo tanto, aunque es imposible evitar las grandes escalas, es correcto mencionar que visitar Nauru es sencillo. Entonces, quienes se animen a esta aventura viajera, deben saber que esta nación:
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