La famosa atracción para los más chicos llegó a la capital de Argentina durante las últimas décadas del siglo XIX.
La mayoría de los niños que han crecido en Argentina, así como también en otros países de Sudamérica como Chile y Uruguay, han tenido la oportunidad de pasar largas jornadas de pura diversión en la calesita de su barrio.
Sin embargo, aunque es un juego clásico, que atravesó la infancia de millones de personas, pocos conocen la historia de la primera calesita de la Ciudad de Buenos Aires y cuál fue la primera de fabricación nacional.
Dicha atracción, que tenía un diseño muy distinto en comparación a las unidades más modernas, se instaló en una plaza muy concurrida de CABA, durante las últimas décadas del siglo XIX.
Gracias a los registros históricos, se logró comprobar que la primera calesita de la Ciudad de Buenos Aires comenzó a funcionar en 1867, sobre la Plaza Lavalle, detrás del predio donde se inauguró el segundo edificio del Teatro Colón en 1908 y frente al Palacio de Tribunales, que abrió sus puertas en 1942.
Como consecuencia de su antigüedad, no han trascendido muchos datos sobre lo que ha ocurrido con el famoso juego. Pero, mediante estudios, se llegó a la conclusión que esta primera máquina se construyó en Francia y giraba con el impulso de un caballo.
Es decir, no tenía un motor y, por lo tanto, el animal debía caminar en círculos para que los niños del siglo XIX se diviertan en pleno corazón del centro porteño.
Otra curiosidad sobre la primera calesita de Buenos Aires es que carecía de una ubicación fija. Sus dueños eran nómades y, por lo tanto, tenían la costumbre de trasladar el juego a diferentes puntos de la ciudad.
Debido al éxito de las primeras calesitas extranjeras en Argentina, antes de finalizar el siglo XIX se tomó la decisión de construir la primera de producción nacional, que estuvo lista en 1891.
En este caso, la máquina, que se instaló en la Plaza Vicente López del barrio de Recoleta, en Buenos Aires, se creó por decisión del francés Cirilo Bourrel y la financiación de los españoles Francisco Meric y de la Huerta.
Acto seguido, los europeos decidieron producir nuevas calesitas, con el objetivo de instalarlas en la ciudad y garantizarles una fuente de ingreso a los inmigrantes españoles.
En aquella época, miles de extranjeros llegaron a la Argentina en busca de una nueva vida y, en algunos casos, decidieron comprar calesitas para trabajar.
Si bien la calesita todavía es considerada un juego muy popular en todo el país, es cierto que su popularidad, en comparación a décadas pasadas, ha disminuido notablemente.
Es por eso que de todas las unidades que había en la Ciudad de Buenos Aires, se estiman que solo quedan 54 en pie, distribuidas en diferentes plazas y parques públicos.
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