La red social TikTok ha convertido en viral una canción titulada, El colesterol. Y es que si su autor, Fito Olivares, ganó el partido al colesterol, nosotros también podemos. Veamos parte de la letra:
¿Quieres que te guise un chicharrón? ¿Un pedazo de jamón? / ¿O prefieres pollo frito, mi amorcito? / No, muy sabroso el chicharrón, tu pollito y tu jamón. / Pero ahorita nada de eso, cariñito.
Quizá no entendamos los valores que nos muestran las analíticas de sangre, pero sí sabemos que hay dos cifras a las que prestar atención: al colesterol “bueno” (HDL) y al colesterol “malo” (LDL). Pero ¿por qué los llamamos así? ¿Está tan clara esa asignación de papeles? Vayamos por partes.
La doble cara del colesterol: un lípido imprescindible
El colesterol es un lípido (grasa) presente en todas las células del cuerpo e indispensable para el organismo. Entre otras funciones, es precursor de los ácidos biliares (necesarios para digerir los alimentos), las hormonas sexuales (testosterona en los hombres, progesterona y estrógenos en las mujeres) y las hormonas tiroideas.
Aunque la mayor parte se sintetiza en el hígado, también se obtiene por la ingesta de alimentos como el huevo, las carnes rojas o los lácteos.
Y ahora conozcamos a los dos contendientes del combate. En un lado del ring tenemos al HDL, del inglés high density lipoprotein (lipoproteína de alta densidad). Lo llamamos colesterol “bueno” porque transporta el colesterol desde otras partes del organismo de vuelta al hígado para eliminarlo. Por eso, niveles altos de HDL se relacionan con un efecto protector ante las enfermedades cardiovasculares.
En el lado opuesto del cuadrilátero, el LDL –de low density lipoprotein (lipoproteína de baja intensidad)– está encasillado como “malo” porque su exceso se acumula en las arterias, formando placas de ateroma. Si estas placas se asientan en las arterias del corazón, pueden provocar anginas de pecho o infartos, y si se acumulan en las del cerebro, ictus.
Poca broma con esto, como le decían al actor español Javier Cámara en un famoso spot de televisión sobre un lácteo que aseguraba bajar las cifras de colesterol “malo”.
El colesterol, en su justa medida
Hasta ahora, los estudios han sido unánimes al respecto: disminuir los niveles de LDL y aumentar los de HDL reduce el riesgo cardiovascular.
Según la Fundación Española del Corazón, para personas sin enfermedad cardiovascular ni factores de riesgo, las cifras normales serían un LDL menor a 160 mg/dl y un HDL superior a 40 mg/dl.
Una buena opción para seguir estas recomendaciones es practicar la dieta mediterránea. Es más, se estima que este tipo de alimentación, basado en el consumo de frutas, verduras y grasas saludables, aumenta un 10 % el colesterol HDL o “bueno”.
Giro de guión: cuando el “bueno” se convierte en el “malo”
No obstante, nuevos estudios ponen hasta cierto punto en cuestión la “bondad” del HDL. O, al menos, le ponen un límite.
Según los resultados de estas investigaciones, niveles superiores a 80 mg/dl no solo no disminuyen las posibilidades de enfermedad cardiovascular, sino que las aumentan. El resto de sistemas del organismo también pueden verse afectados: un estudio realizado en Australia encontró que la población con cantidades altas de HDL tenían un riesgo 33 % mayor de sufrir fracturas óseas.
El mecanismo que produce estos efectos no está claro, pero hay dos opciones plausibles sobre la mesa:
- Por un lado, se plantea que la estructura molecular del HDL se modifica e impide eliminar el excedente de colesterol del organismo cuando presenta niveles altos.
- Por el otro lado, podría ser que, en cantidades muy elevadas, las cantidades totales de colesterol –la suma de HDL y LDL– alcancen la zona de riesgo.
¿Hay manera de controlarlo?
Pero ojo, tener el colesterol HDL por las nubes es poco frecuente (lo experimenta menos del 7 % de la población) y extraordinariamente raro solo por llevar un estilo de vida saludable. Existen patologías orgánicas, tales como el hipertiroidismo, el alcoholismo o la cirrosis, candidatas a producirlo.
Además, los estudios más recientes asocian los niveles altos de HDL con un mayor riesgo de muerte cardiovascular entre los hombres, pero no entre las mujeres sin enfermedad de las arterias coronarias. ¿Será el estrógeno un factor protector?
Para contradecir décadas de evidencia que confirman una relación inversa entre el colesterol HDL y el riesgo de enfermedad cardiovascular, necesitamos muchas más investigaciones y que las futuras guías de práctica clínica, si lo consideran, tomen cartas en el asunto.
Poco podemos hacer a nivel individual para controlar nuestras cifras de HDL. Mientras la ciencia avanza, sigamos trabajando en mantener el LDL bajo ayudándonos de la dieta mediterránea, siguiendo un estilo de vida saludable y dejando que los medicamentos para bajar el colesterol “malo” (hipolipemiantes) sigan en el ranking de los 10 fármacos más recetados en el mundo.
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(c) The Conversation / Teresa Sufrate Sorzano (Universidad de La Rioja) / imagen: Wikimedia Commons