Isaac Newton nació el 4 de enero de 1643 y fue uno de los físicos más importantes. Ingresó al Trinity College de Cambridge en 1661 y seis años después fue elegido como miembro becario de la institución y comenzó su carrera docente. En 1672 la Royal Society lo eligió como uno de sus miembros. En 1687 se publicaron los "Principios matemáticos de la filosofía natural", libro fundamental donde el científico expresó sus leyes.
Estableció las leyes fundamentales de la dinámica (ley de inercia, proporcionalidad de fuerza y aceleración y principio de acción y reacción) y dedujo de ellas la ley de gravitación universal. Los hallazgos de Newton deslumbraron a la comunidad científica
Isaac Newton y el contexto social
La Europa de fines del siglo XVII, era la del siglo de los Tres Mosqueteros, de la música de Vivaldi y del poderoso Luis XIV, el rey de Francia, a quien llamaban el Rey Sol porque cuando bailaba se disfrazaba como el dios Apolo. En ese entonces en Inglaterra se había creado una sociedad de científicos, la Royal Society, en la que se hablaba y se debatía mucho. Se discutían teorías y se aplaudían los nuevos inventos de la época, como la olla a presión.
Para 1684 la gran preocupación de los miembros era poder predecir las órbitas de los cuerpos celestes, en particular de los planetas. ¿Existe alguna ley física al respecto? Ninguno podía demostrarlo. Uno de esos científicos, el joven Edmund Halley, llevó la inquietud a su amigo Isaac Newton, quien para entonces hacía rato que daba clases en la Universidad de Cambridge, de las más prestigiosas de Inglaterra. Newton no dudó ni un segundo: casi sin mirarlo a los ojos, le respondió que las órbitas eran elípticas. “¿Y cómo sabés eso?”, le preguntó admirado Halley. “Las calculé hace tiempo”, fue la respuesta.
Sin embargo, Newton mintió. En realidad, no había calculado nada. Le dijo que las órbitas eran elípticas porque así le parecía. Pero desafiado a demostrarlo con alguna fórmula matemática, se puso a investigar, a hacer cálculos, hasta que al final lo pudo demostrar. En consecuencia, nació la Ley de Gravitación Universal, gracias a la cual Halley descubrió la órbita de un cometa que por eso lleva su nombre.
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La caída de la manzana: ¿mito o realidad?
Nunca se sabrá si fue verdad o leyenda, pero dicen que Newton tuvo la primera pista para descubrir la Ley de Gravedad con la caída de una manzana. Dicen que estaba reflexionando debajo de un manzano cuando de pronto cayó un fruto, no sobre su cabeza sino al lado. Entonces pensó: “¿Por qué la manzana siempre tiene que caer perpendicularmente al suelo? La razón debe ser que la Tierra la atrae”. Faltaba averiguar mucho más, por supuesto, pero fue un buen punto de partida.
Metódico y despistado a la vez
A Newton le apasionaba la física, pero también la matemática, la óptica, la filosofía y también la teología, es decir, el estudio de las cosas relacionadas con Dios. Newton era muy religioso, al punto que anotaba en un cuaderno los pecados que había cometido ese día. Y muy metódico también. Se tomaba muy en serio sus experimentos, tanto que para estudiar la forma del ojo humano era capaz de pasearse todo el día contemplando el sol con un solo ojo. O incluso presionar con un punzón su globo ocular para alterar momentáneamente la curvatura de la retina y ver qué pasaba con eso.
Si bien era metódico para sus investigaciones, también era muy despistado para las cosas de la vida común. Por ejemplo, cuentan que era frecuente que se olvidara de sus invitados mientras iba al laboratorio. “Ya vengo”, decía. “Voy a buscar una cosita. Es que me acordé de algo…”. Y no volvía por horas, o no volvía nunca.
Además, inventó un disco pintado con todos los colores, que al girar rápidamente, solo se veía de color blanco.