La provincia de Salta guarda entre sus historias, la leyenda sobre una ciudad que fue castigada y enterrada. Según se dice, estas tierras estaban llenas de oro y sus pobladores de riquezas.
Nuestra Señora de Talavera o Esteco fue una ciudad colonial de la actual provincia de Salta, fundada en 1566 por españoles cerca de El Vencido en El Quebrachal, y en las márgenes del río Pasaje-Juramento. Con apenas 40 años, en 1609, fue trasladada y refundada en un nuevo paradero.
En su segundo asiento, fue rebautizada con el nombre de Nuestra Señora de Talavera de Madrid, aunque conservó el nombre popular de Esteco. Se encontraba entre Metán y Río Piedras. Esta ciudad pasó a la historia local y regional como la ciudad “maldita” o como la “Sodoma y Gomorra” del noroeste argentino: un terremoto acabó con ella un 13 de septiembre de 1692. La borró del mapa y la dejó atrapada en uno de los grandes mitos locales.
La leyenda de la ciudad enterrada
Según la leyenda, la ciudad de Esteco era una de las más ricas y prósperas del norte argentino. Estaba ubicada en medio de un fértil y espléndido paisaje de la provincia de Salta y sus construcciones estaban bañadas de oro. Sus habitantes gozaban de buena fortuna, y la lucían con orgullo. Vivían para la vanidad y el placer, despreciando a los pobres y maltratando a los esclavos. Incluso, se creía que los vecinos eran tan ricos que usaban utensilios de oro y plata.
Según este relato, Dios castigó a Esteco por su vanidad y la redujo a polvo. En cambio, salvó a la ciudad de Salta por su Fe: los salteños sacaron un Cristo y una Virgen tallados en madera, oro y piedras preciosas que habían llegado de España un siglo antes tras una odisea por mar y tierra, y el terremoto cesó.
Cabe aclarar que el terremoto que colapsó a Esteco, por su supuesta opulencia y alejamiento de la Fe, es el mismo que da origen a la festividad del Señor y la Virgen del Milagro, que actualmente se sigue desarrollando en Salta, que salvó la ciudad del trágico final.