Conocido como “sueño bifásico”, el período de sueño estaba dividido en dos, una costumbre que se practicaba en todo el mundo preindustrial.
La vida cotidiana y las costumbres han ido transformándose con el paso del tiempo. Los horarios en que dormimos, la forma en que comemos, las maneras de hablar y los hábitos sufrieron modificaciones a través de los siglos. Uno de esos cambios se dio en el terreno del sueño. En la Edad Media, el hábito de dormir era muy distinto al de la actualidad.
Conocido como “sueño bifásico”, el período de sueño estaba dividido en dos. Esta costumbre se practicaba ampliamente en todo el mundo preindustrial y algunos historiadores como Roger Ekirch han encontrado evidencias en Europa, África, el sur y el sureste de Asia, Australia, América del Sur y Medio Oriente.
En el siglo XVII, existían dos momentos para dormir. Entre las 21 y las 23 horas las personas dormían en colchones de paja o plumas y solía hacerse en comunidad, amigos, familiares y sirvientes, todos juntos. Por eso, había posiciones designadas para dormir y estrictas convenciones sociales, como evitar el contacto físico o moverse demasiado. Por ejemplo, las niñas generalmente se acostaban a un lado de la cama, el más cercano a la pared, seguidas por la madre y el padre, luego los niños varones, nuevamente ordenados por edad, y después quienes no eran de la familia.
A partir de las once de la noche comenzaba la vigilia nocturna, un período de dos horas aproximadamente. Ese despertar, en un momento donde todavía no existían las alarmas, era natural. Ese tiempo era útil para realizar diferentes actividades como, por ejemplo, orinar, tomar medicamentos, agregar leña al fuego, vigilar a los animales en el campo o hacer tareas domésticas.
Ese interludio también podía ser un tiempo religioso ya que los cristianos tenían oraciones específicas para esos momentos. También había quienes usaban ese tiempo para conversar o para tener intimidad. Una vez finalizado este período, las personas regresaban a la cama y dormían hasta el amanecer.
¿Por qué se abandonó esta costumbre? Según los investigadores, la razón está en la Revolución Industrial, contexto donde la iluminación artificial transformó los ritmos circadianos de las personas porque empezaron a quedarse despiertas hasta horas más tarde. A finales del siglo XX, la división entre los dos sueños había desaparecido por completo: la Revolución Industrial no solo había cambiado nuestra tecnología, sino también nuestra biología.
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