En Argentina, a las maestras se les dice señoritas desde 1923, momento en el que las docentes comenzaron a firmar un "contrato" en el que se les indicaba qué podían hacer y qué no.
La idea era que fuesen "damas educadas". Por lo tanto, comenzó a llamárselas "señoritas". Entre las cláusulas que firmaban para poder ejercer, figuraba que no podían casarse ni andar en compañía de hombres. Tampoco tenían permitido fumar cigarrillos o tomar cerveza, pasear por la ciudad, usar prendas de colores brillantes o vestidos que quedaran a más de cinco centímetros por encima de los tobillos.
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Las maestras, no podían viajar en coche o automóvil con ningún hombre, excepto padres o hermanos y debían usar, al menos, dos enaguas. Además, tenían prohibido maquillarse y, en el ámbito del aula, debían barrer el suelo y limpiar el pizarrón.
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Al principio, la idea de que las mujeres dieran clases causó alboroto. A comienzos del siglo XX muchas personas creían que las mujeres no estaban capacitadas para realizar tareas en las que se tuviera que pensar o tomar decisiones, como enseñar, votar u opinar. Por lo tanto, este contrato marcaba cuáles eran las normas a seguir para desempeñarse "correctamente" como docente.