Las lenguas experimentan un cambio constante a lo largo del tiempo por varios factores: no hay una única causa. Tampoco es posible determinar si la modificación es buena o mala. Billiken investiga.
Hablar de lenguaje es hablar de evolución. Las lenguas, como entidades vivientes, experimentan un cambio constante a lo largo del tiempo.
Este fenómeno es el resultado de una compleja interacción entre factores culturales, sociales y lingüísticos que influyen en la forma en que nos comunicamos.
La humanidad y la forma de relacionarse entre personas van de la mano del lenguaje y no pueden desarrollarse sin él. Por eso un primer factor que influye en la evolución de la lengua son las necesidades cambiantes de la sociedad.
Un ejemplo entre miles se puede ver hoy en día, en un proceso que arrasó de manera exponencial las últimas dos décadas: la globalización. Actualmente, cualquier espacio de la vida -profesional, lúdico, informal, literario- está repleto de palabras y expresiones en inglés.
Es que la necesidad de ampliar nuestro alcance a nivel mundial y estar al día con las tendencias internacionales insertan en los lenguajes hispanohablantes, cada vez más, palabras en inglés.
De esta manera, el lenguaje se convierte en un reflejo vivo del desarrollo cultural y psicológico de una sociedad.
Otro ejemplo nos traslada a 1970, cuando un funcionario estadounidense creó la palabra "estanflación" para describir una situación contextual particular que todavía no tenía denominación. La sociedad creó una necesidad, y con ello, una nueva pieza de lenguaje.
A través de la migración, el comercio y la globalización, las lenguas se entrelazan, fusionando palabras y estructuras gramaticales. Este fenómeno conduce a la creación de variaciones lingüísticas únicas y ricas.
No es casualidad que en Argentina digamos "laburar" para referir al acto de trabajar y en italiano, para decir lo mismo, digan "lavorare".
La primera gran oleada migratoria de Italia a territorio argentino entre 1880 y 1910 causó el encuentro entre dos comunidades lingüísticas; como resultado, la lengua cambió.
Con el tiempo, las palabras pueden acortarse, los sonidos pueden cambiar y las reglas gramaticales pueden simplificarse, creando nuevas formas de lenguaje.
Este proceso no sólo se da de forma natural, sino que también está influenciado por la forma en que la generación más joven adquiere y adapta el lenguaje a sus propias necesidades.
Algunos ejemplos de palabras creadas por las generaciones más nuevas de Argentina son:
Evaluar si una lengua está “deteriorándose” o “mejorando” es subjetivo y depende de cada persona. En términos científicos, es más exacto decir que una lengua cambia con el tiempo -no mejora ni empeora-, adaptándose a las necesidades y dinámicas de la sociedad en la que se usa.
Los cambios en el lenguaje no pueden clasificarse a sí mismos como positivos o negativos. La evolución lingüística es natural y refleja la capacidad de la comunicación para adaptarse a las circunstancias cambiantes de la sociedad.
Algunos pueden sentir nostalgia por las antiguas formas de expresión y argumentar que las modificaciones actuales representan una pérdida de riqueza lingüística.
Otros pueden ver estos cambios como una forma de enriquecimiento y adaptación a las realidades contemporáneas.
También es común, a lo largo de la historia, que las comunidades asocien la lengua "correcta" al uso particular de los grupos privilegiados o dominantes, e "incorrectas" las expresiones de los demás. Lo importante es reconocer que cada variedad lingüística tiene valor dentro de su contexto cultural y social.
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