Hoy en día, Tierra del Fuego es territorio de castores. Su número supera los 100.000 ejemplares, por lo que se estima que hay un castor cada un habitante y medio.
Una de las especies invasoras que más preocupa a los habitantes de Tierra de Fuego son los castores. Estos roedores semiacuáticos que llegaron a Argentina para el fomento de la industria peletera, hoy en día dominan los bosques y ríos patagónicos.
Pero, ¿cómo llegaron a ser tantos? ¿Cuántas perdidas por daños directos ocasionan en los bosques argentinos? Su introducción en nuestro suelo fue parte de un plan mayor, pero lo que comenzó con la llegada de 20 castores terminó en una población de cientos de miles.
Los castores son una especie endémica de Norteamérica y de parte de Eurasia (Europa y Asia). El hábito que más los caracteriza es el de la construcción, gracias a sus diente fuertes, de represas y madrigueras donde se reproducen y protegen de los depredadores.
A la Argentina llegaron en 1946, cuando el gobierno nacional los introdujo directamente desde Norteamérica con el objetivo de desarrollar la industria de pieles. Sin embargo, algunos factores claves marcaron la diferencia entre la población del norte y la que crecería en el sur del continente:
Vayamos de a poco. En países como Estados Unidos y Canadá, los depredadores naturales de los castores son los osos, las águilas y los lobos. Sin embargo, Tierra del Fuego no cuenta con osos ni lobos, y las pocas águilas que existen nunca fueron una amenaza para los roedores semiacuáticos.
Otro punto a favor de ellos es el territorio: la Isla Grande Tierra del Fuego está, como su nombre lo dice, aislada del continente. Su ecosistema es menor resiliente, y además cuenta con pocas especies nativas en comparación con regiones donde hay climas tropicales.
Una tercera ventaja para los castores es la cantidad de hectáreas de bosques patagónicos, que proveen el recurso fundamental con el que construyen los diques y madrigueras: la madera. Jamás hubieran sobrevivido, por ejemplo, en una región árida con pocos árboles.
En la actualidad, los castores invadieron por igual la zona más austral de Argentina y Chile. Puntualmente en Argentina, el número de estos roedores aumentó de manera tal que en menos de medio siglo se convirtieron en la plaga más problemática de Tierra del Fuego.
Comenzaron siendo 20 ejemplares, y al día de hoy son entre 100.000 y 150.000, organizados en al menos 6.000 colonias. Aproximadamente, ocupan 5.200 hectáreas de bosques patagónicos. En comparación con la totalidad de habitantes de Tierra del Fuego, que llegan a 190.000, existe una cifra muy curiosa: hay un castor por cada habitante y medio, si tomamos el promedio de 125.000 castores.
Los respectivos ministerios de Ambiente de Argentina y Chile estimaron que las pérdidas por daños directos de los castores están entre los 66 y los 73 millones de dólares al año. En términos económicos, ese es uno de los problemas principales.
Sin embargo, los castores también provocaron problemas en el medio ambiente, ya que no solo afectaron los bosques ribereños, sino también las cuencas hídricas y las turberas (un tipo de humedal muy importante que retiene el dióxido de carbono). Algunas de las especies de árboles perjudicadas demoran hasta 200 años en recuperarse.
A ello se suma su rápida expansión por la región más austral del continente: desde Isla Grande llegaron a los territorios insulares más pequeños e incluso a regiones mucho más aisladas al sur. Hoy en día, hay presencia de muchos en el continente. Así, también provocaron la erosión y el desgaste del suelo.
Desde hace algunos años, ambos países sudamericanos pusieron en marcha un plan de erradicación de la plaga, pero aún no se evidencian los resultados en el corto plazo.
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