La frase “Se le subieron los humos a la cabeza” surgió en Europa en el siglo XVII y su uso se extendió durante el transcurso del siglo XVIII. En esta nota, Billiken te cuenta la historia detrás de esta frase.
En la época en que Europa estaba repleta de feudos, caballeros y juglares, se consideraba al humo como un símbolo de distinción, porque hasta el más desprevenido podía advertir que muchos humos a lo lejos eran señal de que existía una casa cuyos vecinos podían permirse ciertos lujos.
Tal como lo indica el periodista argentino Daniel Balmaceda en “Historias de letras, palabras y frases” (2014), la casa con más chimeneas era no sólo la que tenía varios ambientes, sino también la que contaba con el material para construir más de una chimenea. Quienes pretendían aparentar más de lo que eran tenían esto en cuenta. Fue común en el siglo XVII, y aún más en el XVIII, que se crearan falsas chimeneas en las casas. Se podía alardear con ellas y nadie iba a fijarse si eran reales o no. De ahí surgió la expresión “Se le subieron los humos a la cabeza” (y también la variante “Tiene muchos humos”) que hacen alusión a una persona vanidosa o engreída.
La lengua es un sistema convencional de signos utilizados por las sociedades para establecer una comunicación y, como tal, se encuentra en constante cambio. En este sentido, las frases más conocidas popularmente tuvieron su origen mucho tiempo atrás, en contextos muy diferentes a los de hoy en día. Tal es el caso de la expresión “Se le subieron los humos a la cabeza”.
Hoy en día la expresión “Se le subieron los humos a la cabeza” se utiliza sin pensar en el contexto que le dio origen. Por extensión, se trata de una locución utilizada para designar a una persona que se comporta con altivez, vanidad, presunción o engreimiento.
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