A pesar de que suelan confundirse, un cerro y una sierra son dos conceptos diferentes. ¿Qué los distingue?

Una sierra es un conjunto de montañas de menor proporción que una cordillera, con cumbres que poseen un aspecto aserrado, es decir, que tienen un contorno “dentado” al igual que la herramienta que también se llama “sierra”. De ahí el nombre de este conjunto montañoso. Las sierras se caracterizan por ser más largas que altas, es decir, pueden tener una extensión de cientos de kilómetros y no poseer grandes alturas. 

Por el contrario, un cerro es una elevación natural del terreno de poca altura y aislada, donde generalmente abundan riscos, piedras o escarpas. Por lo general, los cerros no superan los cien metros de altura. No obstante, en países como México y de Centro y Sur de América se han denominado “cerros” a algunos picos que poseen más de tres mil metros de altura. La forma de su cima es más redondeada o gastada, fenómeno atribuido a procesos de erosión. A diferencia de las sierras, los cerros suelen ser más aptos para la vida humana. Por lo general, no están expuestos a bajas temperaturas o a la nieve.

Aspectos socioculturales de los cerros y las sierras

Los cerros fueron utilizados históricamente como sitios defensivos, como fortalezas. Además, sobre muchos de ellos se han construido iglesias. Por su parte, las sierras han sido estudiadas por numerosos científicos de todo el mundo, como es el caso de la sierra del Guadarrama (España), cuyo origen se remonta a 500 millones de años atrás. El sitio constituía un mar poco profundo que más tarde se erosionó, por lo que ahora se aprecian relieves graníticos y rocas calcáreas. Los sedimentos de la erosión se depositaron en la cuenca que hoy asienta Madrid.

También te puede interesar: ¿Sabías que en la provincia de Buenos Aires hay una cascada?