Según cuenta el usuario de Twitter @Pedro_Torrijos, en 1956, cuando recorría el área de Tomorrowland (que en inglés significa “Tierra del mañana” o “Tierra del futuo”) de la recién inaugurada Disneylandia en California, Walt Disney se cruzó con una visión que lo aterró, con algo que su mente no aceptaba, con un ser imposible: se cruzó con un cowboy.

En ese momento comprendió que un vaquero en medio del mundo del futuro era un error garrafal que arruinaba completamente mente la experiencia del visitante, arruinaba la magia, ya que el cowboy pertenecía al mundo del pasado y no debía estar allí.

Así que cuando la empresa se planteó la construcción de un nuevo parque en Orlando, cerca de Miami, en la otra costa del país, Walt tuvo claro que los cowboys, los astronautas, los Mickeys y los Goofys nunca deberían ir de un lado a otro del parque a la vista de todos: irían por debajo.

La dificultad radicó en que el terreno sobre el que se emplazó el nuevo parque era mayormente un área inundable de pantanos y ciénagas, pero Disney sabía que no podía volver a pasar lo que había visto en el primer parque.

Frente a la imposibilidad de cavar en el nuevo parque, decidió rellenar el área hasta alcanzar un nivel de 5 metros para el suelo. De esta forma fue posible hacer lugar para el sistema de túneles que permiten que los personajes transiten de un lado al otro del parque sin ser vistos por los asistentes.

Los túneles que componen esta red reciben el nombre de “utilidors”, que es una contracción de las palabras en inglés “utility” y “corridor”.