Tal como lo indican María Cristina Linares y otros autores en “Abecedario escolar. Historia de objetos y prácticas” (2007), el Simulcop era un material escolar de fines de los años ‘50. Se trataba de un cuaderno que contenía una serie de mapas, ilustraciones y dibujos en papel manteca, los cuales se apoyaban sobre las hojas de los cuadernos escolares y, con una simple fricción, el dibujo se reproducía de manera instantánea.
Luego se lo podía colorear. Hubo maestros que se opusieron a su uso, pero muchos estudiantes lograron “engañar” a la maestra y utilizarlo igual.
El Simulcop
Fue patentado por Jacobo Varsky en septiembre de 1959 como “plantillas para dibujo” y editado por Luis Laserre en los primeros años y por Ediciones América después. El “Simulcop” respondió a la exigencia de “hacer bien los dibujos”, lo que significaba “reproducir de manera fidedigna la realidad”. La fantasía y la imaginación, generalmente, se reservaban a soportes extraescolares, como revistas o libros de cuentos.
Sin embargo, reproducir la realidad no significaba necesariamente calcarla. Los pedagogos normalistas sostenían que el dibujo era un instrumento de desarrollo intelectual, más que de expresión, pero se oponían al calco por ser una actividad mecánica que anulaba el trabajo mental y el ejercicio voluntario.
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