El 1 de diciembre de 1913 se inauguró la Línea A del subte de Buenos Aires, la primera de Latinoamérica y el hemisferio sur. Ese día, cientos de personas descendieron al andén de la estación Plaza de Mayo para vivir algo completamente nuevo: viajar bajo tierra.
Desde aquel primer recorrido, la línea A funcionó con los coches La Brugeoise, fabricados en Bélgica entre 1911 y 1919. Usualmente eran conocidos como "los coches de madera", pero en realidad combinaban estructuras de acero con carrocerías de roble y cedro.
¿Cuáles eran las características de los coches La Brugeoise?

Los coches La Brugeoise no solo destacaban por su apariencia clásica, sino también por su sonido, su iluminación tenue y su particular forma de abrir y cerrar las puertas. Quienes llegaron a viajar en él seguro lo recordarán.
A pesar de las modificaciones que sufrieron con el tiempo —como la eliminación de balcones abiertos o el reemplazo de asientos—, estos coches conservaron su "esencia" hasta el último viaje.
Hoy, algunos de ellos se conservan en museos o son utilizados en paseos históricos organizados por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Pero cuando estaban en circulación, contaban con:
- Una capacidad para 52 pasajeros sentados, con asientos enfrentados.
- Una estructura combinada de madera y metal.
- Balcones abiertos y puertas de corredera manuales.

Muchas personas los llamaban “los coches belgas” o “los de madera”. De hecho, fueron tan característicos de la Línea A que recorrieron sus túneles durante cien años, hasta ser reemplazados por vagones más nuevos y modernos.
¿Cuál es la historia de la Línea A de subte?
La línea A fue pensada para conectar el centro político con una de las zonas comerciales más activas de principios del siglo XX: el barrio de Once. El trayecto inicial recorría una distancia de poco más de 3 kilómetros en siete estaciones:
- Plaza de Mayo,
- Perú,
- Piedras,
- Lima,
- Sáenz Peña,
- Congreso,
- Plaza Miserere.

Apenas inaugurado y en tan solo un mes se estima que más de un millón de personas lo utilizaron. El éxito fue tan grande que, con el tiempo, se ampliaron estaciones y se proyectaron nuevas líneas. Sin embargo, la línea A conservó por décadas la atmósfera original, gracias a los coches La Brugeoise.

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