Radicado en Francia durante su retiro, San Martín desplegó su lado artístico: tocaba la guitarra, bailaba y realizaba pinturas y dibujos. En esta nota, Billiken te cuenta cuáles eran los pasatiempos favoritos del libertador de América.
¿Cómo fue el retiro del libertador de América? San Martín dejó Perú en septiembre de 1822, pasó por Chile y luego por Mendoza, donde recibió la noticia de la muerte de Remedios de Escalada, su esposa. Viajó luego a Buenos Aires y permaneció allí hasta el 10 de febrero de 1824, hasta que finalmente se dirigió a Europa en compañía de su hija, Mercedes Tomasa.
Llegaron al puerto de El-Havre (Francia) y desde allí se trasladaron a Londres, donde vivieron en la casa de un sobrino de James Paroissien, un ex ayudante de campo del libertador. Posteriormente se establecieron en Bruselas (Bélgica) hasta 1831. La guerra civil que estalló en ese país hizo que se fueran a Francia: primero vivieron en Grand Bourg y luego en Boulogne-sur-Mer. Su hija se casó en París en 1832 con Mariano González Balcarce, y San Martín vivió junto a su hija, su yerno y sus nietas: María Mercedes y Josefa.
Retirado de la actividad militar, la vida diaria de San Martín se dividía entre la lectura de la correspondencia, la redacción de cartas y una serie de ocupaciones que lo mantuvieron activo casi hasta el último de sus días. Era aficionado al ajedrez y lo jugaba muy bien. También le gustaba la jardinería, tarea que le demandaba varias horas en Grand Bourg. Además tocaba la guitarra, y el dibujo y la pintura eran sus pasiones.
Se estima que las primeras nociones de San Martín sobre el dibujo y la pintura fueron adquiridas durante su educación temprana. Esto explica el hecho de que haya diseñado los escudos para la tropa en Arjonilla.
A su llegada a América en 1812, San Martín diseñó el uniforme completo del recién creado “Escuadrón de Granaderos a Caballo”. Durante el cumplimiento de las funciones como gobernador de Cuyo, ideó la bandera de los Andes. Más tarde, como “Protector de Perú”, esbozó la bandera y el escudo de la nueva nación.
Su inquietud artística no se limitaba a la pintura o el dibujo: también tocaba la guitarra. Este pasatiempo fue retomado en su retiro europeo. Sin dudas a San Martín le gustaba la música: durante su estadía en Francia, después de 1830, fue a muchos conciertos. Además, entre los libros que llevó consigo por América y posteriormente donó a la "Biblioteca de Lima", que lamentablemente fue destruida por un incendio años después, se encuentran varios volúmenes de un "Diccionario de la Música".
Como gobernador de Cuyo exigió que en las escuelas y los actos públicos se entonaran las estrofas del Himno Nacional Argentino. Y, como jefe militar, hizo lo mismo con las tropas de su mando. Durante sus funciones militares, San Martín puso especial atención en la formación de bandas de música en los regimientos.
En Chile, bajo su auspicio e iniciativa, se fundó la “Academia de Música”. Su gusto por la música y el baile tuvo consecuencias inimaginadas: al cruzar los Andes introdujo en Chile el "Cielito", el "Pericón", la "Sajuriana" y el "Cuándo", de manera que, además de victorias y esperanzas de libertad, las tropas llevaron consigo las costumbres y la cultura locales en su camino por la Independencia.
Se estima que San Martín también era muy bueno en la danza de salón. Se cree que adquirió esta habilidad en la Península, ya que cuando llegó a Buenos Aires en 1812 pronto fue motivo de comentarios en las tertulias que ofrecían las familias más importantes de la capital. Fue en la tertulia de los Escalada donde conoció a Remedios, su esposa.
En Perú, ya con el título de “Protector”, convocó a concurso a los compositores de música para una marcha nacional peruana y dio orden a la orquesta para que iniciara la ejecución de las obras presentadas. Según afirma el escritor peruano Ricardo Palma, cuando fue el turno de José Bernardo Alcedo, el libertador San Martín se incorporó y exclamó: “He aquí el Himno Nacional de Perú. El entusiasmo patriótico se alimenta, entre otras cosas, con la adopción de una marcha nacional por el influjo que la música y la poesía ejercen sobre las almas sensibles”.
Radicado en Francia, San Martín conoció al compositor italiano Gioacchino Rossini, que era muy cercano a Alejandro Aguado, benefactor del libertador. En su retiro se dedicó profusamente al dibujo y a la producción de acuarelas, sobre todo marinas, en un taller que compartía con su amigo Aguado. De ese atelier surgieron dos obras de San Martín que ilustran paisajes del Paraná y que hoy en día descansan en el archivo del Museo del Louvre.
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