Malcolm Campbell fue un piloto británico que marcó una época con sus hazañas. Nació el 11 de marzo de 1885 en Chislehurst, Inglaterra, y desde joven mostró un interés especial por la mecánica y la velocidad. Antes de brillar en el automovilismo, trabajó en el negocio familiar y hasta se desempeñó como joyero, pero lo suyo estaba claro: la adrenalina de los motores.
Durante la Primera Guerra Mundial, Campbell sirvió como oficial en la Real Fuerza Aérea Británica, experiencia que reforzó su pasión por la innovación tecnológica y la búsqueda de límites en la velocidad.
Malcolm Campbell y sus récords de velocidad

El verdadero salto a la fama de Campbell llegó con la serie de autos que él mismo bautizó “Blue Bird”. Con ellos, se dedicó a desafiar los límites de la velocidad terrestre y acuática.
En tierra, logró batir varios récords mundiales:
- En 1924, alcanzó los 235 km/h en Pendine Sands, Gales.
- En 1931, rompió su propia marca con 395 km/h en Daytona Beach, Estados Unidos.
- El 3 de septiembre de 1935, se convirtió en el primera persona en superar los 480 km/h, llegando a 484,9 km/h en el salar de Bonneville, Utah.
Pero su ambición no terminó ahí. Campbell también se animó al agua y en 1939 logró el récord mundial de velocidad acuática con 228 km/h.
La trascendencia de Malcolm Campbell
Más allá de sus proezas técnicas, Campbell fue considerado un verdadero símbolo de la valentía y el espíritu innovador de la primera mitad del siglo XX. Sus récords no solo atrajeron la atención del público, sino que también inspiraron a nuevas generaciones de pilotos y fabricantes de automóviles.
En 1931 fue nombrado caballero por el rey Jorge V, convirtiéndose en Sir Malcolm Campbell, un título que reforzó su lugar en la historia del deporte y la tecnología.
El legado de un pionero de la velocidad

Malcolm Campbell falleció el 31 de diciembre de 1948, pero su legado sigue vivo. Su hijo, Donald Campbell, continuó con la tradición familiar y también se destacó en las pruebas de velocidad sobre tierra y agua.
Hoy, los autos “Blue Bird” son piezas de museo y símbolos de una época en la que la velocidad era sinónimo de aventura, coraje y modernidad. La figura de Campbell recuerda que, detrás de cada récord, hay un espíritu inquieto dispuesto a superar lo imposible.

