Mucho se habla del concepto "hacer lobby", sobre todo en ámbitos políticos, partidarios o corporativo-empresariales.
La expresión alude a una situación en la que se entrelazan intereses, negociación y manipulación, y halla sus orígenes en la Inglaterra de algunos siglos atrás.
Volviendo al origen: ¿qué era el lobby?
Estamos en Inglaterra, llegando ya a fines del siglo XVIII, y la mayoría de los debates sobre la convivencia civil, la ciudadanía y la representatividad encuentran mediación en la Cámara de los Comunes del Parlamento del Reino Unido.
El acceso de los ciudadanos a la Cámara de los Comunes estaba totalmente prohibido, como es de esperar.
Por ello la unión de aquellos miembros de la sociedad con diputados se daba fuera de dicho espacio, en los pasillos o en las salas de espera del Parlamento, que en inglés se denominaban lobbies. Allí festejaban decisiones tomadas o planificaban la estrategia para una discusión próxima.
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¿Qué significa "hacer lobby"?
Para fines del siglo siguiente, ya casi llegando al 1900, era algo sabido que en el lobby pasaban cosas peculiares, muy propias del escenario. Ciertas personas acudían al lugar con el fin de influir a los políticos respecto a un determinado tema; los diputados, por su parte, elegían qué y a quiénes escuchar. Como intermediarios ante el poder público, podían dirigir la agenda según les conviniera.
Así es como lobby, según la RAE, actualmente se define como un "grupo de personas influyentes, organizado para presionar en favor de determinados intereses, es decir, un colectivo con intereses comunes que realiza acciones dirigidas a influir para promover decisiones favorables a los intereses de ese sector concreto de la sociedad".
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De esta forma, "hacer lobby" es activamente presionar y negociar con miembros claves de un determinado grupo de poder para que apoyen una medida, causa o decisión favorable a ciertos intereses.
Su uso se extendió más allá del ámbito meramente político y puede aplicarse a cualquier marco que contenga, en sí, actores con poder.
