Mientras llegaban los diputados, se hacían los últimos aprestos para poner la casa de Francisca Bazán de Laguna en condiciones. Faltaban muebles, por ejemplo.
El gobernador Bernabé Aráoz facilitó el escritorio y el sillón presidencial; las sillas fueron provistas por los conventos de Santo Domingo y San Francisco. Hasta que el salón no estuvo terminado, las reuniones se celebraban en casas particulares.
Antes de la apertura, los representantes concurrieron a una ceremonia religiosa en la iglesia de San Francisco, donde el diputado por Catamarca, Manuel Antonio Acevedo, estuvo a cargo de la oración patriótica.
El Congreso comenzó a sesionar el 24 de marzo de 1816 a las 9 de la mañana, bajo la presidencia –que era rotativa– del doctor Pedro Medrano. El pueblo tucumano fue avisado del comienzo de las sesiones por una salva de cañonazos, y durante cinco días consecutivos festejó el acontecimiento.
En los ratos libres, los congresales solían ser recibidos en las casas de los vecinos más importantes, donde disfrutaban de las tradicionales tertulias. Es decir, de charla, música, baile y compañía. También solían hacer paseos por el campo.
¿Dónde dormimos?
Muchos congresales se alojaron en los conventos de San Francisco y Santo Domingo; otros, en las casas de los sacerdotes Molina, Colombres, Thames y Villafañe. En casas de familia se hospedaron Juan Martín de Pueyrredón, Juan José Paso, José de Darregueira y Mariano Serrano; en tanto que fray Justo Santa María de Oro lo hizo en el convento de los dominicos, en Lules.