Que Alaska tenga muchos edificios históricos rusos no es casualidad ni mera inspiración arquitectónica proveniente de tierras lejanas.
Hay iglesias ortodoxas rusas activas en unas 80 comunidades de Alaska, y muchas de sus regiones siguen usando el antiguo calendario ortodoxo ruso. No, definitivamente no puede ser una coincidencia. Más bien estamos frente a uno de los procesos históricos más olvidados por la humanidad.
Es el siglo XIX y el Secretario de Estado estadounidense William Seward está negociando la compra de Alaska a Rusia por 7,2 millones de dólares. ¿Cómo llegamos hasta acá?
Alaska alguna vez fue territorio ruso
En el siglo XVI, la superficie total de Rusia era sólo una fracción de la actual. Sin embargo, su plan de expansión territorial hacia el este llevó al país a poseer Alaska.
Tiene sentido: Alaska y Rusia están separadas por menos de 5 kilómetros en su punto más cercano del estrecho de Bering, donde se encuentran dos islas, la Gran Isla Diomede de Rusia y la Pequeña Isla Diomede de Alaska. En invierno incluso es posible cruzar a pie la frontera helada del estrecho de Bering entre estas dos islas.
También te puede interesar: Alaska: el estado más al norte, al oeste y al este de Estados Unidos
Una vez bajo su propiedad, los afluentes situados en la región ayudaron al crecimiento del comercio ruso. Todo iba de maravilla.
Comienza a decaer el interés ruso por el territorio
En la década de 1850, el interés ruso por Alaska empezó a decaer como consecuencia de los cambios en las perspectivas económicas y las preocupaciones geopolíticas.
El comercio de pieles de nutria marina, que había sido rentable en la América rusa durante más de un siglo, decayó por razones tanto ecológicas como comerciales. Al mismo tiempo, la adquisición rusa de nuevas tierras a China redujo aún más la importancia de Alaska.
También te puede interesar: The Buzzer, la radio fantasma que transmite desde Rusia y de la que nadie sabe su ubicación exacta
El día que Estados Unidos compró Alaska
Si bien Gran Bretaña se mostró interesada en adquirir las tierras, Rusia se dirigió al otro comprador potencial: Estados Unidos. A mediados del siglo XIX, Rusia y Estados Unidos estaban unidos por una hostilidad común hacia Gran Bretaña y un acuerdo básico en la mayoría de las cuestiones de política exterior.
En 1867, Seward llegó a un acuerdo con el embajador ruso en Washington para la compra del territorio por 7,2 millones de dólares.
El 18 de octubre de ese mismo año, Rusia transfirió formalmente Alaska a Estados Unidos. Se ponía así fin a la presencia rusa en Norteamérica y se entregaba a Estados Unidos la llave de la costa septentrional del Pacífico.