“Con esa letra es imposible entender lo que escribe”; “De cada dos palabras, tres son faltas de ortografía”. Preocupaciones como estas son compartidas por los maestros cuando hablamos del proceso de aprendizaje y aparecen dificultades en la escritura. Sin embargo, escribir no es solo tener una caligrafía legible y respetar las reglas ortográficas.
La escritura implica procesos básicos de caligrafía y ortografía, pero también procesos complejos de planificación y revisión, orientados a dotar al texto de organización, coherencia y calidad.
Una enseñanza efectiva debería abordar todos estos procesos desde el inicio de la instrucción formal, pese a la tendencia del sistema educativo a enfatizar los primeros.
Dificultades en la escritura: diferentes habilidades y ritmos
Ahora bien, en las aulas la diversidad es la norma: cada alumno y cada alumna tiene sus propias habilidades, su propio ritmo de aprendizaje. Por ello, un currículo de escritura que aborde conjuntamente procesos simples y complejos puede entrañar cierta dificultad para una parte del alumnado.
La pregunta es: ¿cómo estructuramos un currículo tan complejo para que sea alcanzable para todo el alumnado, garantizando un apoyo personalizado a quienes lo necesiten? El modelo de respuesta a la intervención ofrece una respuesta.
Prevenir las dificultades
El modelo de respuesta a la intervención constituye un marco sobre el que estructurar la enseñanza de cualquiera de las tres habilidades escolares básicas: lectura, escritura y matemáticas. Nace para prevenir las dificultades de aprendizaje mediante la detección temprana del alumnado en riesgo de presentarlas y el apoyo multinivel, ajustando la instrucción a las necesidades de aprendizaje de dicho alumnado.
Dentro de este modelo, la enseñanza se estructura en tres niveles. El primer nivel persigue una instrucción efectiva orientada a conseguir los objetivos curriculares y dirigida a todo el alumnado.
Aquellos alumnos que no responden a este nivel, es decir, aquellos cuyo ritmo de aprendizaje se sitúa significativamente por debajo de la media de su grupo de referencia, son derivados a un segundo nivel, que ofrece instrucción de mayor intensidad en grupos pequeños, focalizada en las necesidades de este alumnado en riesgo.
Para quienes continúan sin responder, se plantea un nivel 3, de instrucción individualizada, generalmente asociado ya a la presencia de dificultades de aprendizaje.
Las prácticas de enseñanza utilizadas en estos niveles han de basarse en la evidencia empírica. La movilidad entre niveles vendrá determinada por la monitorización o evaluación continua del progreso del alumnado.
Dificultades en la escritura: diferentes niveles
Si bien este modelo ha sido ampliamente validado para la prevención de las dificultades de aprendizaje en lectura, su presencia en la enseñanza de la escritura ha quedado relegada a un segundo plano. Hemos investigado la eficacia de aplicar un programa de instrucción en escritura estructurado en los dos primeros niveles del modelo de respuesta a la intervención al inicio de la escolarización obligatoria.
En nuestro estudio participaron 161 alumnos españoles de 1º de Educación Primaria. Durante los primeros meses de curso, todos ellos recibieron instrucción de nivel 1 en ortografía, caligrafía y planificación textual.
A continuación, se identificó a aquellos alumnos cuyo ritmo de aprendizaje en estos primeros meses era inferior a la media. Durante la segunda mitad del curso, los alumnos “en riesgo” recibieron apoyo de nivel 2 adaptado a sus necesidades, mediante tareas realizadas fuera del aula con la ayuda de sus familias.
Al año siguiente, en segundo de primaria, todo el alumnado continuó recibiendo exclusivamente instrucción de nivel 1. Durante todo el proceso se monitorizó el progreso de los alumnos mediante una tarea de escritura de textos aplicada una o dos veces por semana. Asimismo, se realizaron cuatro evaluaciones formales estandarizadas, antes y después de cada nivel de instrucción.
Resultados positivos, pero implantación difícil
Los resultados mostraron una mejora significativa de la calidad textual en la mayoría del alumnado participante. Además, durante el programa de apoyo de nivel 2, los alumnos en riesgo mostraron un progreso de aprendizaje significativamente más rápido que sus compañeros en aspectos relacionados con la calidad, longitud del texto, ortografía y caligrafía.
Finalizada la experiencia, se observó una reducción considerable de la brecha que inicialmente separaba al alumnado en riesgo de sus compañeros con rendimiento estándar.
Ahora bien, ¿es factible aplicar este modelo de enseñanza individualizada en un contexto educativo como el español, donde existe un único maestro por aula frente a una ratio elevada de alumnos?
Esta experiencia parece demostrar que sí, utilizando a las familias como recurso de apoyo en la enseñanza de la escritura. Tanto los profesores como las familias participantes mostraron su conformidad con ambos programas y su predisposición a volver a participar en experiencias similares.
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(c) The Conversation / María Arrimada García y Raquel Fidalgo Redondo (Universidad de León) / Imagen: Freepik