Empatía es una sencilla palabra de solo siete letras que encierra la clave de la vida social. Aclarar una afirmación de tal calibre es el objetivo fundamental de este artículo, detallando por el camino el porqué de su importancia y por qué es primordial incluirlo como competencia transversal en todo el ciclo educativo.
Según Eisenberg, empatía es la capacidad para comprender los sentimientos de otra persona y hacerlo evidente en la relación. No es una capacidad innata, se aprende; forma parte de la inteligencia emocional y de la metacognición (capacidad de las personas para reflexionar sobre sus procesos de pensamiento y la forma en que aprenden).
“El otro” es alguien distinto a uno mismo. Esto parece obvio, pero hay personas que no saben o no han aprendido a salir de su ego, de su yo, su narcisismo les convierte en discapacitados para esta habilidad, y eso trae graves consecuencias, no solo para él o ella sino para todos los que le rodean.
Toda actitud o conocimiento que puede ser adquirido mediante el proceso del aprendizaje se puede planificar e implementar. Es decir: si algo se puede aprender, no es inmutable: tiene solución, se puede cambiar o mejorar.
El entorno en la adquisición de la empatía
El entorno es una pieza imprescindible. La familia, la escuela y la sociedad en su conjunto, desde la educación formal y no formal, son parte del progreso hacia la consecución de una sociedad más empática.
Si somos capaces de comprender y detectar cuándo el otro sufre, y cómo consolarlo, seremos capaces de solucionar nuestras diferencias y los conflictos de una forma más pacífica. Es decir, la empatía se convierte en una herramienta de protección social y de lucha contra la violencia.
El amor a los animales como punto de partida
A pesar de la importancia de todos los agentes antes mencionados, que potencialmente deben cultivar el desarrollo de la empatía, es la educación formal el medio más importante para dotar de habilidades inter e intrapersonales y valores éticos a los más jóvenes que formarán la sociedad del futuro, especialmente cuando el entorno familiar tiene carencias en este terreno.
La ley educativa española recientemente aprobada, la LOMLOE, incluye dentro del contenido curricular de toda la enseñanza obligatoria la empatía hacia los animales. Este gran acierto de los legisladores se dirige específicamente a un área desde la cual partir para el desarrollo de esta habilidad. Es decir, la biofilia.
La infancia se caracteriza por un sentimiento innato de proximidad al entorno natural, amor por todo lo relacionado con la naturaleza y los animales.
Sabemos, además, que el proceso cognitivo del aprendizaje en la infancia debe basarse en experiencias emocionalmente intensas y positivas, ya que éstas causarán una mayor adquisición de conocimientos, habilidades, destrezas, valores y actitudes.
En el caso de la empatía, enseñar a un niño a sentir amor por otra especie le hará aprender de forma más duradera y sencilla que los demás sienten y pueden sentir cosas diferentes o incluso contrarias a las nuestras, pero nuestras acciones no deben ir encaminadas en otra dirección que no sea la del respeto.
La importancia del ejemplo
Cuando los modelos aportados a niños y adolescentes se basan en el uso de tradiciones o conductas crueles, socialmente aceptadas “porque siempre se ha hecho así”, los valores aprendidos serán los mismos. Todo aquel a quien se considere inferior, diferente o simplemente no nos guste será objeto de una actitud similar.
En el entorno escolar, un informe reciente afirma que el 82% de los alumnos ha presenciado algún tipo de violencia o humillación y el 52% lo ha sufrido directamente. Parece evidente que la intervención en la educación es una necesidad social.
Incluir la empatía en el curriculum
Es primordial considerar como parte fundamental de la educación escolar la formación de los niños en valores, tales como solidaridad, cooperación amistad, paz y tolerancia; en conductas prosociales y en el desarrollo de la inteligencia emocional. Nuestro curriculum utiliza la empatía hacia los animales como un método eficaz de trabajar la empatía en general, que se ha incluido en toda la enseñanza obligatoria.
En el aula se deberán diseñar contenidos encaminados a las dos caras de la empatía: la cognitiva y la emocional. Los contenidos deben estar adaptados al proceso de maduración cognitiva y emocional de los menores. Por ejemplo, si el principio pedagógico que se pretende buscar es “descubrimiento del entorno, de los seres vivos que en él conviven”, con los alumnos de infantil lo haremos con animales del entorno más próximo como son los animales domésticos; mientras que en los estudiantes de primaria, secundaria e incluso bachillerato introduciremos conocimientos sobre animales salvajes, y conceptos para la reflexión como el peligro de extinción de algunos de ellos.
La idea es fomentar el compromiso activo con los valores y las prácticas de la sostenibilidad y del cuidado y protección de los animales. Para ello buscamos que los menores tengan experiencias concretas con animales, que pueden ganar complejidad con la edad.
Conocer a los animales en su entorno
El acercamiento al medio natural de los menores nunca debe basarse en la introducción de animales en el aula, típicos ejemplos de un roedor en una jaula o un pájaro. Ni organizar excursiones a parques zoológicos u otros centros de animales en cautividad (salvo santuarios o refugios de animales).
Este trabajo de empatía hacia los animales debería notarse también de manera transversal en asignaturas que nada tengan que ver con las ciencias naturales o la asignatura de valores, para mantener la coherencia. Por ejemplo, debemos evitar en matemáticas usar un problema cuyo enunciado cosifique a los animales, del siguiente tipo:
“En el zoo hay 3 cebras, dos jirafas y tres cocodrilos ¿Cuántos animales viven en el zoo?
Un ejemplo apropiado sería:
"¿Cuánto tiempo vive una abeja reina? Pista: un gorila vive aproximadamente 10 años, una abeja reina vive unas cinco veces más”. (Experimates 5–6. Increíble pero cierto de Lluís Segarra).
O dicho de otra forma, serían adecuados enunciados que planteen problemas a resolver como la deforestación, la contaminación del planeta o el calentamiento global como contexto sobre el que aprender cálculo, aritmética o incluso estadística.
La importancia de la infancia
El psiquiatra Luis Rojas Marcos nos recuerda que aprendemos la mayoría de las conductas en la primera década de nuestras vidas: “Para actuar sobre la violencia hay que trabajar en la infancia”. La ciencia ha descubierto que la empatía es la chispa que enciende la compasión y nos induce a ayudar al prójimo cuando está sufriendo.
Además, sabemos por distintos estudios que hay asociación entre las conductas violentas, psicopáticas y antisociales y la ausencia de empatía.
Enseñar a lo largo de toda la etapa de escolarización a desarrollar empatía hacia los animales es construir personas con un mayor sentido social y con estrategias de afrontamiento de los conflictos de manera pacífica y menos violenta.
(artículo publicado originalmente en The Conversation)