Antes de que se inventara la imprenta, no había otra manera de escribir un libro que hacerlo a mano, al igual que los sucesivos ejemplares. Ese trabajo era realizado por los copistas, quienes reproducían los volúmenes a mano. En esta nota, Billiken te cuenta cómo era el mundo de los libros antes de la llegada de la imprenta.
Antes de que los libros tomaran su forma actual (es decir, una serie de hojas unidas y protegidas por tapas) tenían forma de rollo. Eran pergaminos y papiros escritos a mano. Así se guardaban, uno al lado del otro, en enormes bibliotecas, como la que hubo en Alejandría, una ciudad de Egipto, entre los siglos III a.C. y III d.C. Aquella biblioteca llegó a albergar unos novecientos mil manuscritos.
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Antes de que se inventara la imprenta, no había otra manera de escribir un libro que hacerlo a mano, al igual que los sucesivos ejemplares. Ese trabajo era realizado por los monjes en los conventos, quienes se pasaban horas y horas reclinados sobre sus pupitres copiando textos originales para crear nuevos volúmenes. Esa labor debía hacerse de día porque las lámparas y las velas estaban prohibidas para evitar los incendios. Otra prohibición era la de hablar, para no cometer errores al momento de escribir. El silencio era absoluto y los monjes se comunicaban entre ellos solamente con señas.
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