Margarita Mainé es docente y escritora de literatura infantil y juvenil. Sus libros tienen mucha aceptación en el ámbito escolar y son muy esperados por los chicos y las chicas.
Empezó como docente de nivel inicial después de formarse en Instituto Nacional del Profesorado Sara C. de Eccleston. Inicialmente, trabajó con niños hipoacúsicos y, más adelante, se desempeñó como maestra de Sala de 5 años y de Primer Grado durante quince años. Además, fue Coordinadora de Nivel Inicial en una escuela de la Ciudad de Buenos Aires durante una década.
Su experiencia en la docencia le brindó mucho material para sus libros. A partir del trabajo diario con los niños y las niñas descubre una fuente inagotable de ideas y anécdotas. La escritura, según cuenta, le fue llegando de manera natural. Empezó contando cuentos de forma oral a sus alumnos y alumnas y así fue descubriendo la vocación de contar historias. Su primer libro fue “Mi amor está verde” y obtuvo el tercer premio en un concurso de cuentos. Si bien ha incursionado en el mundo de la literatura para adolescentes con títulos como El (h)ijo la libertad y Lástima que estaba muerto, su fuerte son los libros para los más pequeños.
Hace más de treinta años que escribe y ya ha publicado más de cincuenta títulos. Algunos de sus libros son: Cartas a un gnomo, Un gran resfrío, Un día animal, Lluvia de plata, El caballo alado, Un mar muy mojado, Días de playa, Días en casa, El príncipe caprichoso y El secreto de la cúpula, entre otros.
En diálogo con Billiken, Margarita Mainé habló acerca de su proceso de escritura, del rol de los mediadores de la lectura, de su vínculo con sus pequeños lectores y mucho más.
¿Cómo comenzás los procesos de escritura? ¿Qué es lo que tiene que suceder para que digas “esto merece ser contado”?
No es la sensación de “merece ser contado” la que tengo al empezar una historia. Aparece en mi cabeza una idea que siento original o que me dan ganas de ponerme a “probar”. En realidad, nunca estoy muy segura de que “merezca ser contado” lo que escribo, al menos hasta que mis lectores me lo hacen sentir.
Además de escritora sos docente ¿De qué forma se enlazan ambas profesiones?
Una profesión me trajo la otra. Era docente y lo que más disfrutaba con mis alumnos era compartir literatura. Espontáneamente, empecé a inventar historias para entretenerlos y ya no pude parar. Las dos profesiones son muy creativas y cercanas a los niños que son, para mí, lo mejor de este mundo.
¿Qué cosas te impulsan a escribir?
Es cierta inquietud interior… ganas de decir… también de jugar… para mí la escritura para niños tiene que ver conmigo niña y el disfrute del juego creativo.
¿Cómo es el lazo entre la escritura para niños y la niña que fuiste?
Es una pregunta difícil. Fui una niña a la que le gustaban las historias. Apenas aprendí a leer me encantó hacerlo. Claro que pensando en el ahora, los niños para los que ahora escribo no se parecen mucho a la niña que fui. Viven en un mundo distinto. Creo que es una pregunta que necesita de mucho tiempo para pensarla… casi un regalo que me haces para seguir pensando
He leído en algunas entrevistas que tomás muchas experiencias propias como materia prima para escribir ¿La escritura siempre es una ficción de la propia vida?
En mi caso, casi siempre. El disparador, la motivación siempre me llega por cosas que me pasan, que veo, que me cuentan… Les digo a los niños que escribo como quien teje con dos lanas… una es la realidad, la otra la fantasía… esas “lanas” se mezclan… a veces se ve más una o más la otra.
¿Cómo fue la trayectoria desde la literatura para los más chicos a la destinada a los adolescentes?
En realidad mis hijos crecían y sentí la necesidad de escribir para esa edad. De todos modos, tengo solo tres novelas para adolescentes y muchísimos libros para los más pequeños lo que me hace pensar que no es lo que me sale naturalmente.
¿Considerás que hay temas distintos para la literatura infantil juvenil y para la literatura de adultos?
Sí y no. Suelo decir que los libros no tienen edad ya que a mí personalmente me siguen fascinando las historias para niños y sé de muchos adultos que les pasa lo mismo. Además, somos los adultos los que les elegimos los libros a los niños. Supongo que los temas de la literatura son los temas de la humanidad, a veces se desarrolla para niños y otras para adultos pero en esencia son los mismos.
En un contexto donde los niños, niñas y adolescentes están tan mediatizados a través de las pantallas y las redes sociales, ¿es difícil que se acerquen a la lectura?, ¿qué es lo que pueden encontrar en los libros que no está en aquellos espacios virtuales?
Es muy importante el mediador. El adulto que acerca libros a los niños, que elige historias que los puedan enamorar. Por eso la escuela y los maestros son tan importantes sosteniendo el estímulo lector. La concentración y el desarrollo de la imaginación creo que son cuestiones en las que el libro supera a las pantallas. Pero al ser de otra generación no soy objetiva al respecto. Creo que en las pantallas también encuentran esa “necesidad de historias” tan típica de los seres humanos. También hay muchos docentes que saben llevarlos de las pantallas a los libros. En el caso de las redes sociales me sorprende cuántos lectores se comunican conmigo y hay un mundo ahí, recomendando libros e historias.
Sabemos que un texto siempre se puede mejorar y corregir ¿En qué momento decidís que ya está terminado?
Eso es lo más difícil de decidir. Creo que es el editor o la editora el que decide. Si es por mí, lo corregiría eternamente. Incluso después de editado.
En varias entrevistas has mencionado que fuiste una gran lectora desde pequeña ¿Cómo influyeron esas lecturas en tu propia escritura?
Amé los libros desde pequeña. Admiré escritores y me sumergí en sus historias. Indudablemente todo lo que leí y lo que leo motiva a la escritora que soy. Aunque mis libros difieren mucho de los que se leían en esos tiempos.
¿Por qué decís que tus libros difieren mucho de los que leías?
Porque los libros que yo leía raramente tenían ilustraciones. Era una prosa muy descriptiva y las historias eran largas. Tengo 61 años y en mi niñez no existía la literatura infantil como ahora la concebimos.
¿Qué autores o libros te han marcado o cuáles fueron las lecturas que dejaron huellas?
Como lectora adulta, sin duda, el primer impacto fue “Cien años de soledad” de García Márquez. Encima, me lo prestó mi abuela así que tiene mucha fuerza anímica ese recuerdo.
El autor que más presencia tiene en mi biblioteca es José Saramago. Su libro Ensayo sobre la ceguera dejó muchas marcas y lo releo cada tanto. Las suyas son novelas con mucho de filosofía y me hacen pensar.
En el caso de la literatura infantil, la redescubrí cuando terminó la dictadura en 1983. Yo ya era maestra y empecé a leer a autores argentinos que habían sido prohibidos, como Laura Devetach, Graciela Cabal, Graciela Montes y me enamoré de sus formas de contar… leyéndolas empecé a soñar con escribir para niños yo también.
Hay muchos chicos y chicas que te cuentan sus impresiones sobre los libros tuyos que han leído. ¿Cuáles son las reacciones que más te gustan o te interesan?
Con la zaga que comienza con “Días de playa” de Editorial Hola Chicos pasa algo especial. Los chicos, los padres, los maestros me escriben para comentarme cómo se identifican con los personajes y me piden que escriba más. Me encanta cuando los mismos niños se habilitan a seguir mis historias, a sugerir o escribir anécdotas con los personajes.
Con respecto a las redes sociales (en realidad solo me manejo con Instagram) surgió la posibilidad de “escuchar”, literalmente lo digo, las voces de mis lectores. Los chicos sienten que por leer a un autor “ya lo conocen” y me tratan como a su maestra, su tía o su abuela. Me ofrecen un cariño muy sincero y eso me honra. Por eso siempre les respondo y estoy atenta a sus preguntas. Escuchar a los niños con atención es algo que todos deberíamos hacer.
¿Qué cosas nos dicen los niños que quizás nosotros adultos ya hemos olvidado?
Los niños nos dicen cosas no solo con palabras o con llantos. En sus juegos, en sus comentarios, en sus dibujos… los niños son cero hipócritas, son francos, y dan amor con mucha naturalidad. Es una pena que de adultos hayamos perdido esas cualidades.