El poeta guipuzcoano Gabriel Celaya (1911-1991), uno de los máximos exponentes de la poesía española de la posguerra, tiene un poema titulado La poesía es un arma cargada de futuro, en el que se sumerge en una labor creadora como medio de intercambio con la sociedad, hasta el punto de borrar su autoría individual para colectivizar la voz.
Sin embargo, en la actualidad el informe preparado para la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) emitido en febrero de 2021 con los principales resultados de los hábitos de lectura y compra de libros en España (2020) nos arroja datos fehacientes acerca de las sorprendentemente bajas cifras de lectores de poesía en España, con tan solo un 1,2 % de la población.
Esto nos lleva a plantearnos preguntas como: ¿Por qué los jóvenes considerados el presente, pero también el futuro, no leen poesía? ¿Qué los lleva a despreciar un género literario tan variado como este? ¿Quién lee más poesía, los chicos o las chicas? ¿Qué podríamos hacer para aumentar el número de adeptos de la poesía en la Enseñanza Secundaria? Estas son solo algunas de las cuestiones que surgen al abordar un tema de tanta trascendencia educativa como este y a las que daremos respuesta a lo largo de este análisis.
Como la profesora Raquel Zaldívar señala en su artículo Las actitudes de los adolescentes hacia la poesía, su didáctica y la educación emocional en la ESO, “el lector de secundaria se concibe principalmente como un lector de narrativa”, por lo que un gran número de alumnos rehúsa la poesía al no entenderla, al no encontrar en ella una razón de ser, dando esto lugar a situaciones de tedio.
El hastío normalmente viene originado por la carencia de comprensión del contenido del poema. De manera que esto, unido a la falta de reconocimiento, de identificación que muchos jóvenes sienten al leer una composición lírica de Garcilaso de la Vega (1503-1536) o de Emilia Pardo Bazán (1851-1921) conlleva el rechazo absoluto al género poético.
En este sentido, no es de extrañar que gran parte del alumnado de la ESO repela la poesía si emplea para interpretarla los mismos mecanismos que usa con la narrativa. No se perciben del mismo modo ambos géneros porque cada uno presenta significados distintos. Es decir, la mirada con la que percibimos la prosa no tiene equivalencia con un texto escrito en verso, y esta es la principal causa de la escasez de entendimiento que aparece cuando trabajamos la poesía con los estudiantes de secundaria.
Pero ¿podemos hacer algo para evitarla? ¿Existe alguna fórmula específica para lograr esos “amantes” poéticos de los que hablaba García Lorca?
Una nueva era para la poesía entre los adolescentes
No a todos los docentes nos ha funcionado lo que al profesor John Keating en El club de los poetas muertos (1989), quien, en un intento por alejarse de la enseñanza más tradicional, comienza su primer día de clase recitando en el pasillo ¡Oh, Capitán, mi Capitán!, de Walt Whitman (1865).
Sin embargo, en la actualidad podemos incentivar al alumnado en la adquisición de la poesía haciendo uso de las TIC. Por fortuna, contamos con la presencia de aplicaciones como Poetspad, Poetics, Bot or not, Poets corner, IP Poetry, Poetika, Famous Poetry o Blackout Bard: Create Blackout Poetry que convierten la experiencia de la lectura de un poema en una práctica motivadora de enorme atractivo, así como de gran potencial multidisciplinar, pues los profesores pueden vincular el estudio de la poesía con el de otras áreas como la música.
De igual manera existen herramientas, como Métrica Freestyle, que permiten a los estudiantes generar sus propios textos, desarrollando el manejo de los sentimientos, estudiando, como señala la experta Isabel Gallardo, “el estado anímico del yo lírico y la respuesta, muchas veces emocional, de los lectores”.
¿Leen más ellos o ellas?
Los resultados del informe del gremio de editores arriba mencionado indican que las mujeres leen más que los hombres, un 77,8 % frente al 68,7 %. Ahora bien, no contamos con informes ni estadísticas de rigor que garanticen las cifras certeras de lectoras adolescentes de poesía frente a lectores jóvenes de la misma.
Sin embargo, los datos actuales nos llevan a pensar que ellas superan también los números en el hábito de la lectura poética y en esto, tal vez, tiene mucho que ver el contenido temático de la poesía. Es decir, la poesía requiere sensibilidad artística, así como capacidad de indagar en el mundo interior más profundo del ser humano, explorando la conciencia afectiva de cada uno, pero además fomenta los efectos positivos de la competencia emocional como “el bienestar subjetivo o la resiliencia”, de los que hablan Bisquerra Alzina y Pérez Escoda en su estudio sobre las competencias emocionales.
Por tanto, al hablar de poesía, no resulta fácil dar las razones que motivan a unas y a otros a leerla, lo único que realmente importa en este camino de experiencia emocional e individual es normalizar la expresión de las emociones, transmitir naturalidad a la hora de trabajarlas en el aula, valiéndonos de los recursos digitales para acercar este arte al alumnado porque, retomando las palabras del autor con quien abrimos este texto: la poesía “no es un bello producto. No es un fruto perfecto. / Es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos”.
(c) The Conversation