Tal como lo indican Carla Baredes y Pablo Pineau en “La escuela no fue siempre así” (2008), durante muchos siglos la lectura y la escritura fueron actividades reservadas a unos pocos y sólo se aprendían por necesidad profesional.
¿Cómo se aprendían antes la lectura y la escritura?
Los que aprendían a leer, por ejemplo, eran los estudiantes universitarios o quienes querían ser sacerdotes. La lectura y la escritura se aprendían por separado y las personas tenían permitido leer pero no escribir o escribir pero no leer. Por esa razón, en las escuelas ambas habilidades se empezaron a enseñar como dos materias distintas. Recién a fines del siglo XIX comenzaron a enseñarse asociadas y fue entonces cuando apareció el concepto de “lectoescritura”.
Hoy en día, cuando alguien dice que hay que saber el “abc” de alguna cosa significa que hay que empezar por el comienzo. Esto tiene que ver con que, hasta la Edad Moderna, se creía que lo primero que había que aprender para saber leer era el abecedario.
La enseñanza de la escritura
En los primeros tiempos de la escuela, los niños aprendían a escribir utilizando pequeñas pizarras donde escribían con tiza o cajones con arena donde escribían con un pequeño palo. Una vez que la letra les salía prolija, pasaban a escribir sobre papel, que era muy caro, con una pluma de pájaro empapada en tinta.
A fines del siglo XIX el precio de los lápices y el papel bajó mucho, por lo que los chicos empezaron a usar lápices y cuadernos. Los “expertos” también usaban una pluma de metal, llamada “cucharita” por su forma, que era mucho más cómoda y limpia que la pluma verdadera. La pizarra se dejó de usar por considerarse “antihigiénica”. En 1950 la pluma “cucharita” fue sustituida por la “estilográfica”, que a su vez fue reemplazada por la birome.
La escritura con tinta
En la época en la que se usaba la pluma “cucharita”, los pupitres tenían un agujero para poner el tintero. Todos los días al empezar la jornada algún “responsable”, por ejemplo, el maestro, el alumno ayudante y el portero, los llenaba con tinta. Al final del día, juntaba lo que había sobrado.
¿Qué pasaba con la lectura y la escritura en los niños zurdos?
En tiempos en los que se utilizaba la pluma, los chicos zurdos tenían un problema: arrastraban la tinta fresca mientras escribían. Por entonces era tan importante la prolijidad, que rápidamente se les impuso una “solución”: debían tener la mano izquierda atada, para escribir forzosamente con la derecha. Aunque ahora se sabe que era una medida absurda, la prohibición de escribir con la mano izquierda se mantuvo hasta la década de 1960, es decir, muchos años después de que se dejara de usar la pluma.
La enseñanza de la lectura
En las clases de lectura lo primero que se aprendía era el abecedario de memoria. Después los chicos pasaban a leer sílabas, luego palabras y, finalmente, frases. En esos tiempos no importaba entender lo que estaba escrito, sino saber deletrear y repetir.
Fue a fines del siglo XIX que las cosas cambiaron. Por un lado, apareció el “libro de lectura”, en cuyas páginas había textos completos con ilustraciones. Y por otro, cambió radicalmente la forma de enseñar: comenzó a ser más importante la comprensión lectora que el reconocimiento de las palabras por pura memoria. Ese fue el comienzo de la enseñanza conjunta de la lectura y la escritura.