Construido hace más de 650 años, el Puente de Carlos es uno de los emblemas más reconocidos de la capital checa. Cruza el río Moldava uniendo la Ciudad Vieja con el Castillo de Praga y es, además de un paso peatonal muy transitado, un verdadero museo al aire libre. Su historia, arquitectura y colección de estatuas lo convierten en un destino imperdible para turistas de todo el mundo.
Tres datos clave del Puente de Carlos
- Inicio de construcción: 1357, por orden de Carlos IV.
- Estilo arquitectónico: Gótico, con elementos barrocos añadidos luego.
- Cantidad de estatuas: 30, la mayoría de santos católicos.
El origen del Puente de Carlos
El puente comenzó a construirse el 9 de julio de 1357 por orden del emperador Carlos IV, una de las figuras más influyentes del Sacro Imperio Romano Germánico. El diseño estuvo a cargo de Petr Parléř, arquitecto también responsable de la Catedral de San Vito. El puente reemplazó al anterior, llamado Judith, destruido por una crecida del Moldava.
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Con 516 metros de largo, 10 metros de ancho y construido en piedra arenisca, fue durante siglos la única vía para cruzar el río dentro de la ciudad. Su ubicación y solidez lo convirtieron en una pieza clave para el comercio y el transporte.
Estilo gótico y guardianes de piedra
El Puente de Carlos es uno de los ejemplos más importantes de arquitectura gótica civil en Europa Central. A ambos extremos lo flanquean torres fortificadas que le daban protección, especialmente en épocas de conflicto. Hoy, esas torres son miradores abiertos al público que ofrecen una vista panorámica del casco histórico de Praga.

A lo largo del puente se encuentran 30 estatuas y esculturas religiosas, añadidas entre los siglos XVII y XVIII. Entre ellas se destaca la del San Juan Nepomuceno, el primer mártir checo. Cuenta la leyenda que fue arrojado al río desde este mismo puente y que tocar su imagen trae buena suerte.
Un paseo imperdible por Praga
Hoy en día, el Puente de Carlos es un paseo obligatorio para quienes visitan Praga. Durante el día se llena de artistas callejeros, músicos y puestos de artesanías. De noche, su iluminación tenue y la silueta del castillo al fondo lo convierten en un lugar mágico.

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