En el año 1816, Buenos Aires era una ciudad muy distinta a la que conocemos hoy. Aunque era la capital de las Provincias Unidas del Río de la Plata, todavía conservaba características coloniales: calles de tierra, casas bajas con patios interiores y escasa iluminación pública. La mayoría de las viviendas se construían con adobe o ladrillo cocido, y las tejas coloniales eran el recurso más común para los techos.
El agua no salía de canillas, sino que se obtenía de pozos o aljibes ubicados en los patios. Por la noche, la luz provenía de lámparas de aceite, velas o faroles colgados en las esquinas. Solo algunas casas pudientes contaban con baños internos; en general, se usaban letrinas ubicadas en los patios traseros.
Tres datos curiosos sobre Buenos Aires en 1816
- En la ciudad vivían cerca de 40.000 personas, entre criollos, españoles, indígenas y africanos esclavizados.
- La principal forma de comunicación era el pregonero, que anunciaba noticias y productos en voz alta por las calles.
- La gente solía reunirse en pulperías, que eran lugares de encuentro, comercio y diversión popular.
¿Cómo era la vida cotidiana en 1816?
La vida diaria en Buenos Aires en 1816 estaba marcada por costumbres muy distintas a las actuales. Las personas se levantaban temprano y muchos oficios eran parte del paisaje urbano: aguateros, vendedores ambulantes, carniceros, panaderos y lavanderas. Las mujeres solían usar vestidos largos, mientras que los hombres llevaban sombreros de ala ancha, calzones, y a veces botas de montar.

El transporte principal eran los caballos, carretas y sulkys. No existían calles pavimentadas y la lluvia solía convertirlas en verdaderos lodazales. La Plaza Mayor, hoy Plaza de Mayo, era el centro de reunión política, social y comercial.
La cultura, la política y el clima revolucionario
En 1816, la ciudad respiraba un ambiente tenso y cargado de esperanzas. Mientras el Congreso de Tucumán declaraba la Independencia, Buenos Aires era uno de los motores políticos y culturales del país. Las tertulias en casas particulares eran espacios donde se debatían ideas políticas y se recitaban versos patrióticos. También funcionaban como lugares de reunión social, donde se escuchaba música criolla o se bailaba el minué.
La Iglesia Católica seguía teniendo un papel central en la vida de las personas. Las celebraciones religiosas marcaban el calendario, y la mayoría de las instituciones educativas estaban bajo control eclesiástico.