Entre otras cosas, planteó que lo único absoluto es la velocidad de la luz. En 1921 obtuvo el Premio Nobel de Física.
Dos hermanos gemelos: uno vuela por el espacio a velocidades cercanas a la de la luz (300.000 kilómetros por segundo), mientras que el otro se queda en la Tierra. Cuando se vuelven a encontrar, el hermano que permaneció en la Tierra es más viejo que el que viajó, ya que el tiempo no avanzó de la misma manera para ambos.
Es uno de los ejemplos que daba Albert Einstein (1879-1955) para exponer la Teoría de la Relatividad, su aporte científico más famoso. Así explicaba la relatividad del tiempo, que depende de la velocidad. Para el hermano que viajó a altas velocidades el tiempo se contrajo, y por eso su paso fue menor que para el hermano que se quedó en la Tierra.
A diferencia de lo que decía Newton, para quien el espacio y el tiempo son absolutos, es decir, miden siempre igual, Einstein considera que son cambiantes y relativos. ¿Y todo esto está demostrado? Sí, por ejemplo, los satélites artificiales que orbitan alrededor de nuestro planeta deben corregir la hora aplicando la Teoría de la Relatividad para obtener datos correctos de su posición.
Hasta que Einstein empezó sus investigaciones, el mundo científico en general consideraba que el espacio estaba ocupado por una sustancia de difícil definición, a la que llamaban “éter”. ¿Qué era? Una especie de fluido, o algo así. En su Teoría de la Relatividad el sabio alemán cuestionó la existencia del éter y en cambio dijo que lo que hay en el espacio es nada, o sea, el vacío. Y que por eso la velocidad de la luz es siempre la misma: no encuentra obstáculos en su recorrido. Allá a comienzos del siglo XX andaba Einstein retando a la comunidad científica con sus teorías sobre la forma en que viaja la luz. Según él, esta puede doblarse y curvarse al viajar por el espacio: no viaja en línea recta, como se creía hasta entonces. Aunque le tomó muchos años poder demostrarlo, finalmente su teoría resultó cierta. También dijo cosas muy valiosas como: “No sé cómo se peleará en la Tercera Guerra Mundial, pero sé que la Cuarta será con palos y piedras”. Con ello quería llamar la atención sobre el uso de las armas atómicas. Temía el fin de la civilización. Sí, era un pacifista, a pesar de que su famosa fórmula E=mc2 fue empleada para la fabricación de aquellas armas.
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