La mayor parte de los edificios públicos o religiosos de San Miguel de Tucumán, como el Cabildo y la Iglesia Catedral, estaban en muy mal estado. Apenas habían evitado esa decadencia algunas casas particulares, como la de la señora Bazán, donde se reunió el Congreso.
La mayoría de las viviendas estaban hechas de adobe y la condición general de sus habitantes era muy humilde. Se vivía con lo justo y temiendo a las enfermedades.
Había pocos médicos, al punto que recién en 1815 se designó uno: Baltasar Tejería. Su sueldo se pagaba con lo recaudado por un impuesto que debían abonar los vendedores de pasto. Para alivio de los pobladores, ese mismo año se instaló en la ciudad otro médico, Manuel Berdía.
En los días previos a la reunión del Congreso se limpiaron las plazas y calles, que antes estaban cubiertas de agua y basura. Para costear ese gasto se creó otro impuesto.
Tucumán estuvo representada en el Congreso por los diputados Pedro Miguel Aráoz y José Ignacio Thames. Los dos eran sacerdotes y miembros de las familias principales del lugar.
¿De qué se vivía en Tucumán?
De la venta y fabricación de tejidos, carretas y artesanías, entre otros artículos y de la cría de mulas. Antes de la Revolución el tráfico comercial era con el Alto Perú. Después, con las provincias de San Juan, Catamarca y La Rioja. Y también Buenos Aires.