Chile es el mayor importador de ropa usada de América Latina. Por lo tanto, recibe prendas que las grandes marcas no pudieron vender o que sobraron de una temporada anterior para ponerlas en circulación como segunda mano.

Sin embargo, cuando esa ropa tampoco pudo venderse dentro del país o no es del gusto del revendedor, se descarta en el Desierto de Atacama, donde anualmente se desechan 59 mil toneladas de prendas. Gran parte de ellas son usadas, pero muchas otras hasta tienen la etiqueta puesta.

Nunca se pudo determinar cuándo comenzó a darse esta situación, pero las primeras denuncias de organizaciones no gubernamentales datan de 2008 en adelante. La ropa se acumula en forma de montañas, donde también se incluyen zapatos y accesorios de todo tipo.

Estas prendas pueden tardar hasta 200 años en desintegrarse. Según un estudio que realizó la ONU, la industria textil es la segunda más contaminante del mundo después de la petrolera y genera el 8% de los gases de efecto invernadero.

Aunque en el mundo hay millones de personas que no tienen ropa para ponerse, donar estas prendas no es una opción: al sacarlas de circulación rápidamente, las marcas alimentan la necesidad del consumo permanente. Las tendencias, las temporadas y las novedades que se imponen en la industria de la moda tienen que ver con este tema.

Los vecinos de la zona pintan de cuerpo entero esta realidad. Cuando cae la noche, se acercan a recolectar ropa para quedársela. Ellos se "hunden" dentro de las montañas en busca de prendas que les entren. Del otro lado de la historia, miles de camiones entierran y apilan vestimenta que no puede seguir dentro de los guardarropas más caros del mundo.