Haciendo pruebas experimentales, el argentino José Alberto Aramberri descubrió que al cortar la pulpa que se desecha de la producción de sidra, salen chispas. A partir de ese momento, supo que debía hacer algo con su hallazgo.
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Primero, recolecta la pasta que forman todas las sobras de la pulpa de manzana y pera que se descartan en el Alto Valle de Rio Negro. Luego, se la lleva al campo donde tiene instalada su empresa y la deja secar durante dos o tres días al sol. Al pasar ese tiempo, la introduce en una máquina que él mismo creó donde se forman los troncos. Una vez que secan, están listos para salir a la venta.
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Los bio-troncos tienen una característica que los hace únicos: brindan la misma cantidad de energía que la leña y cuestan lo mismo que el carbón. Además, no dañan el medio ambiente y, para realizarlos, no se talan árboles. Por lo tanto, son rentables. Actualmente, están a la venta tanto para locales como para casas particulares.