El Templo Escondido se construyó en 1893 dentro del Colegio Santa Felicitas, ubicado en el barrio porteño de Barracas. Hasta 1872, en el lugar vivió Felicitas Guerrero, una mujer rica que fue asesinada el día de su casamiento por un pretendiente despechado.
Con los años, sus padres le donaron la casa a un grupo de sacerdotes para que, en su honor, inauguren una escuela y realicen obras de caridad. Este templo tiene un estilo neogótico y es una réplica del santuario de Notre Dame. Además, cuenta con 28 vitrales franceses hechos por Gustave Pierre Dagrant, quien también armó los de la Basílica de Luján.
Está en el segundo piso de la escuela y nunca fue habilitado como un espacio de culto. Por lo tanto, siempre se usó para realizar encuentros corales o exhibiciones. Cuenta la leyenda que este templo iba a ser el oratorio de Felicitas.
Debajo, están los famosos túneles que conectaban toda la casa y se usaban para almacenar alimentos. Actualmente, en esos pasillos hay un museo temático dedicado a la historia de la ciudad, los inmigrantes y los oficios de época. Se pueden realizar visitas guiadas los últimos sábados y domingos de cada mes y se ingresa por la calle Pinzón 1480.
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La leyenda del fantasma de Barracas
Los padres de la muchacha estaban desconsolados y ante tanto dolor decidieron ordenar la construcción de una iglesia en el lugar donde la habían asesinado. Siete años después, el 30 de enero de 1879 la iglesia de Santa Felicitas abrió sus puertas.
Años más tarde, los vecinos de la zona empezaron a decir que escuchaban pasos en la nave de la iglesia durante las noches, cuando ya estaba cerrada. Así empezó a generarse la leyenda del fantasma de Felicitas y una tradición que consiste en que mujeres que desean casarse dejan un pañuelo atado a las rejas de la iglesia. Si al día siguiente está húmedo, significa que muchacha les desea suerte a través de sus lágrimas para que no les suceda lo mismo que a ella.