La primera linterna mágica que llegó al Río de la Plata la trajo un inglés, Lucas Crasey. Y con ella se ganaba la vida. Siempre lo acompañaba un chico nacido en Estados Unidos, Anthony King, que vigilaba la puerta de la sala y cobraba la entrada.
¿De qué año hablamos? De la época de la Independencia, porque la linterna mágica se había inventado en el siglo XVII y para 1816 estaba bastante perfeccionada. La linterna podía proyectar imágenes porque detrás se ubicaba una lámpara de aceite, que era la fuente de luz. Si la sala se oscurecía lo suficiente, las imágenes eran buenas y el proyectista producía algún sonido para dar sensación de realidad, la función era muy divertida.
¿Qué pasaban? Imágenes en colores, que no eran otra cosa que láminas pintadas con distintos paisajes. ¡Y el primer antecedente de las películas de terror! Era común que los proyectistas pasaran imágenes de esqueletos o fantasmas... ¡que se movían! ¿Cómo lo hacían? Intercambiando las ilustraciones: en una el brazo estaba quieto, en la otra estaba alzado. Era cuestión de ser rápido... ¡Y todo el mundo a gritar de miedo!
Desgracia con suerte
Viajaban el inglés y el pequeño King en una caravana de carretas rumbo a Chile, cuando en el camino los sorprendió una partida de gauchos que les robó todo. ¡Hasta la ropa que llevaban puesta! Por suerte, la linterna se salvó. Con la plata que les dejaron las proyecciones, el inglés y King pudieron seguir viviendo.