Tiene capacidad para 10.000 personas, abrió sus puertas hace 2.300 años y se descubrió mediante una excavación realizada en 1878.
En el extremo oeste de Turquía, muy cerca de su costa frente al mar Egeo, se encuentra el teatro más empinado del mundo antiguo, conocido con el nombre de “Pergamon”.
Esta gigantesca construcción, que permaneció desaparecida bajo tierra hasta 1878, tiene capacidad para 10.000 personas y ha sido un recinto cultural muy concurrido hace 2.300 años.
Y, aunque permanece en excelentes condiciones, su formato original se perdió con el correr de los años, como consecuencia de las remodelaciones realizadas por iniciativa de distintas civilizaciones que visitaron y se establecieron en la zona.
A través de los registros históricos conservados, es posible confirmar que el teatro Pergamon se inauguró en el siglo III a. C. Por lo tanto, es una obra que tiene más de dos milenios.
En aquella época, artistas de diferentes regiones se presentaban sobre el escenario movible, ante un enorme grupo de espectadores que estaban sentados sobre la ladera de la montaña, a 37 metros de altura.
Años después, el rey Eumenes II ordenó una importante remodelación durante su gobierno (entre 197 y 159 a. C) que siglos más tarde se adaptaron a los trabajos realizados bajo el Imperio romano.
De todas formas, al concluir sus años dorados, el teatro Pergamon quedó abandonado y sepultado bajo toneladas de tierra que consiguieron camuflarlo durante cientos de años.
Como hemos mencionado, Pergamon no es famoso por su antigüedad, sino por el grado de inclinación que las gradas tienen con respecto al sector donde se montaba el escenario.
Este detalle le sirvió para ganar el título al teatro más empinado del mundo antiguo, compuesto por un sistema de gradas de 80 escalones, que en la época de los romanos se complementó con una terraza de 246,5 metros de largo y 17,4 metros de ancho.
Por último, gracias a los estudios realizados sobre esta construcción milenaria, también se confirmó que:
Luego de la época romana, el teatro Pergamon quedó en el olvido y nunca nadie volvió a saber de su existencia hasta que los alemanes Carl Humann, Alexander Conze y R. Bohn lo descubrieron, mediante una intensa excavación, en 1878.
Tras su primera impresión, los expertos llegaron a la conclusión de que tenían mucho trabajo por delante para recuperar la estructura que, en términos generales, se conservó bien.
Es por eso que, al poco tiempo, se llevó a cabo una nueva investigación en el lugar, que duró 13 años (1900 a 1913) y que sirvió como la base para las siguientes excavaciones realizadas de 1927 a 1936 y entre 1954 y la actualidad.
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