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Por qué febrero tiene sólo 28 días: la historia del mes más corto del año

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La explicación sobre la duración del segundo mes de nuestro calendario se remonta a la Antigua Roma y tiene protagonistas famosos como ¡Julio César!
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Cada vez que miramos el almanaque nos viene la misma pregunta: ¿por qué febrero tiene menos días que los otros meses? Para conocer la historia del mes más corto del año tenemos que viajar hasta la Antigua Roma.

El primer calendario Romano no incluía a febrero

A su fundador y primer rey, el mítico Rómulo, se le atribuye la creación del calendario romano. Este calendario tenía solo diez meses (con 6 meses de 30 días y 4 de 31 días) que empezaban en marzo y terminaban en diciembre. El año de esa época solo constaba de 304 días.

Esto se debía a que, en aquellos tiempos tan ligados al campo y la agricultura, el invierno del hemisferio norte (el período que ahora contamos como enero y febrero) no era más que un largo periodo de tiempo sin fecha que ni siquiera se tenía en cuenta, porque no podían llevarse a cabo las labores del campo. Simplemente, no valía la pena contabilizar esos días.

Comienzan los cambios en el calendario: aparece febrero

Esto cambió con una reforma del calendario atribuida al segundo rey de Roma, también casi mítico, Numa Pompilio. Hacia el año 700 a.C. Numa introdujo dos nuevos meses al final del año, durante el invierno, llamados Ianuarius y Februarius (enero y febrero).

Este calendario, al igual que su predecesor, era lunar. Esto significa que se basaba en los ciclos de la luna y no en los del sol. Los romanos se inspiraron en los griegos, que habían calculado que cada ciclo lunar duraba 29,5 días. Así que doce de ellos, formando el año lunar, duraban 354 días.

Rey Numa
El rey romano Numa (foto: Wikimedia Commons)

Las cosas se complicaban por las supersticiones romanas sobre los números pares, que se consideraban de mala suerte. La sociedad romana era profundamente religiosa y los sacerdotes se encargaban de organizar el calendario, repleto de festivales, ritos y sacrificios.

Así que, para evitar estos números pares tan poco propicios, Numa restó un día a cada uno de los meses anteriores de 30 días y añadió un solo día al año lunar para convertirlo en un número impar: 355. De este modo el segundo rey de Roma dispuso de 57 días para completar el año lunar repartiéndolos entre los dos nuevos meses, enero y febrero. A enero le dio 29 días, dejando febrero con 28.

Las matemáticas dictaban que uno de los doce meses debía tener un número par de días. Sólo podemos especular por qué eligió febrero: algunos creen que fue porque en ese mes se celebraban las fiestas romanas de los difuntos.

Empiezan los problemas con el calendario lunar

El problema del calendario de Numa era que, con 355 días, quedaba diez días por debajo del año solar de 365 días. Esto es un problema para todos los calendarios lunares porque, con el tiempo, se alejan del año solar y las fechas de los festivales y las estaciones se desincronizan con él.

Para solucionarlo, los sacerdotes romanos se encargaron de añadir un mes "intercalado" de 22 o 23 días cada dos años al que llamaron Mercedonius. En estos años bisiestos, Mercedonius se añadía a finales de febrero, y esos años duraban 377 o 378 días. Y así este calendario se convirtió en lunisolar.

Pero este sistema se prestaba a abusos, porque los funcionarios romanos cumplían mandatos anuales. Los sacerdotes encargados de añadir esos meses intercalares también eran políticos, y a menudo acortaban o alargaban los años dependiendo de si sus enemigos o aliados estaban en el poder.

Julio César impone un nuevo calendario

En el siglo I a.C., años de guerras civiles y luchas políticas habían hecho que este calendario quedara completamente desincronizado con el año solar. Así que cuando Julio César derrotó a Pompeyo el Grande y se convirtió en el hombre más poderoso de Roma, se propuso arreglar el antiguo sistema de datación.

Con la ayuda de los principales matemáticos de la época, Julio César creó el Calendario Juliano. El año pasaba a tener 365 días, a los que se añadía un día más cada cuatro años para compensar la duración real del año solar, que hacía tiempo que se había calculado en 365,25 días.

Julio César
Julio César, emperador de Roma (foto: Wikimedia Commons)

Julio César utilizó estos diez días adicionales para que cada mes tuviera 30 o 31 días. Excepto febrero, que se quedó con sus 28 días tradicionales. Y en los años bisiestos, a febrero se le añadía un día más, con lo que su duración era de 29 días. Esa decisión, tomada hace dos mil años, se ha mantenido hasta nuestros días, y el calendario de Julio César es muy parecido al que usamos hoy.

El año de la reforma del calendario de Julio César (46 a.C.) fue el más largo de la historia, literalmente. Para asegurarse de que su nuevo calendario comenzaba en el punto correcto, sincronizado con el año solar, tuvo que añadir tres meses intercalares. Así, el año 46 a.C. duró 445 días.

El Calendario Juliano también tenía complicaciones

En algún momento, enero y febrero se añadieron al principio y no al final del calendario. Pero los meses conservaron sus antiguos nombres, muchos de los cuales eran numéricos, por ejemplo: diciembre, que en latín significa diez. Ahora es el duodécimo mes, pero antes era el décimo.

Algunos nombres cambiaron. Quintilis (el quinto mes) se convirtió en julio en honor de Julio César, y Sextilis (el sexto mes) se convirtió en agosto en honor de Augusto, el primer emperador de Roma.

Pero este sistema también tenía un defecto: el año solar dura en realidad algo menos de 365,25 días. Así, el calendario juliano ganaba un día cada 131 años. Puede parecer insignificante, pero el Calendario Juliano se utilizó en Europa Occidental durante más de mil quinientos años.

Nace el Calendario Gregoria, que aun hoy utilizamos

En 1582 el Papa Gregorio XVIII instituyó su propia reforma corrigiendo los errores del Calendario Juliano, que se había alejado diez días del año solar. Se modificó el espaciado de los años bisiestos y se eliminaron esos diez días; en 1582 al 4 de octubre le siguió el 15 de octubre. Así nació el Calendario Gregoriano.

Al principio, este calendario sólo se utilizaba en los países católicos, pero pronto se extendió al resto de Europa y de ahí al resto del mundo. Y conserva todas las peculiaridades de los antiguos calendarios romanos, incluido febrero y sus desconcertantes 28 días.

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