La apicultura es, en términos sencillos, la "ciencia de las abejas". Todo apicultor se encarga, en su actividad, de criar y cuidar poblaciones enteras de abejas con el objetivo de obtener los productos que elaboran estos pequeños insectos, desde la miel hasta el polen.
Para dedicarse a la apicultura es necesario tener conocimientos sobre la anatomía y el comportamiento de las abejas, pero también sobre los recursos ambientales necesarios como las condiciones del suelo, la temperatura y las lluvias. A ellos, se suma la experiencia técnica y de todo el sistema productivo, incluyendo los protocolos de sanidad.
Las abejas a cargo de un apicultor permanecen en el apiario, lugar donde se distribuyen distintas colmenas, como se ve en la imagen de arriba. Allí, cada colmena se divide en una misma jerarquía:
- La reina, encargada de poner huevos para la reproducción de la especie:
- Los zánganos, que fecundan a la reina y luego son echados de la colmena.
- Las obreras, que recolectan néctar y polen.
¿Cuál es la importancia de la apicultura?
La apicultura tiene distintos objetivos. Uno de los más importantes para el ser humano es el de obtener todo lo que producen las abejas. Entre esos productos, están:
- Miel.
- Cera.
- Jalea real.
- Propóleo.
- Polen.
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Sin embargo, como muchos sabrán, hay un proceso fundamental para el desarrollo de la vida en el planeta: la polinización. Las abejas transportan el polen desde la colmena en la que fue producido hasta los pistilos de las flores -cada unidad del órgano femenino de una flor-, y gracias a ese trabajo aparecen nuevos frutos y semillas.
Como parte del trabajo del apicultor, es fundamental cuidar de las colmenas y garantizar que se cumplan todas las condiciones para que las abejas puedan vivir, reproducirse y polinizar.
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¿Qué provincias de argentina participan de la producción apícola?
En Argentina, los primeros tres especialistas que impulsaron la apicultura técnica y educaron en la materia fueron Vicente Molino, Moldo Montanari y Pedro Sarasqueta. Los tres se habían formado en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires, que para la década de 1930 aún era una sola unidad académica.
Con el paso del tiempo, distintas provincias argentinas se sumaron a la producción apícola. En la actualidad, excepto por Tierra del Fuego y la Ciudad de Buenos Aires, todas forman parte del sistema.