El Quetzalcoatlus sorprende, además de por su nombre, por la altura y la extensión que podían alcanzar sus alas. Fue descubierto hace 50 años en Estados Unidos. En esta nota, te contamos cómo era el inmenso animal.
Sabemos que existen muchos animales que vivieron hace millones de años y que tienen tamaños y formas que hoy nos resultan imposibles de concebir. Tal es el caso de los dinosaurios o del animal volador más grande de la prehistoria, el Quetzalcoatlus.
Este animal volador perteneció a la familia de los pterosaurios, que fueron los primeros en desarrollar la capacidad de vuelo luego de los insectos.
Por las dimensiones de sus alas, se cree que tiene el mismo tamaño que el ala de un avión mediano. De haber evolucionado hasta hoy, quizás lo veríamos volando al lado nuestro cada vez que estuviéramos en una aeronave.
En la era del Cretácico superior, hace 70 millones de años, rondaba este animal volador que, según los científicos, tiene un comportamiento similar al de una garza. Entre sus dimensiones, se cuentan:
En comparación con el cóndor andino, el ave más grande de nuestra época, el Quetzalcoatlus es 4 veces superior por sus alas y 13 veces más pesado.
Los científicos que aún siguen estudiando a esta inmensa ave, estiman que para volar se impulsaba con las patas traseras. Y para caminar, lo hacía moviendo primero la pata y el ala de un lado, y luego del otro, ya que por la extensión de sus alas, estas siempre estaban tocando el piso, casi como dos patas más.
Lo curioso de este inmenso animal es que era bípedo, como los seres humanos. Pero, a diferencia nuestra, podía volar y además a una velocidad mayor a la permitida en muchas ciudades: 88 kilómetros por hora.
Si bien esos cálculos son estimados, ya que se encontró un sólo fósil entero y distintos huesos de otros, también se cree que podía volar hasta 16.000 kilómetros sin parar. Es decir, como si viajáramos en línea recta de Ushuaia a Ciudad de México ida y vuelta, o de Ushuaia a Moscú.
El Quetzalcoatlus fue descubierto por primera vez en la década de 1970, en el Río Bravo, Texas, Estados Unidos. Un grupo de paleontólogos excavaban la zona y hallaron nada más y nada menos que al animal volador más grande de la prehistoria.
En ese momento, decidieron llamarlo Quetzalcoatlus en honor al dios azteca Quetzalcoatl, que tenía forma de serpiente voladora. Además, con el avance en la investigación, pudieron determinar que sus alas estaban recubiertas de pelo, y no de plumas.
Ilustración de portada: James Kuether.
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