Si hay un electrodoméstico que se volvió indispensable en la mayoría de las cocinas, es el horno microondas, al que comúnmente nos referimos solo como "microondas". Muchas veces nos salva las papas (literalmente), y eso gracias a sus diversas funciones:
- Descongelar.
- Calentar.
- Ablandar.
- Cocinar.
- Esterilizar.
Sin embargo, a pesar de su gran utilidad, fue descubierto de forma accidental por un científico estadounidense que realizaba pruebas para la empresa en que trabajaba.
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¿En qué año se inventó el horno microondas?
Imaginemos la siguiente situación: estamos investigando cómo hacer para mejorar la calidad de un objeto que transmite ondas electromagnéticas. ¿En qué condiciones? Trabajamos de forma autodidacta para la empresa Raytheon Manufacturing Company, que se especializa en electrónica militar.
Estamos en octubre de 1945, el año en que terminó la Segunda Guerra Mundial según los registros oficiales. El objeto en cuestión que revisamos es el magnetrón, inventado por los británicos apenas comenzada la guerra, que es la base de los radares de los distintos transportes.
Un día decidimos llevarnos al trabajo una barra de chocolate en el bolsillo, y cuando pasamos por delante de un magnetrón encendido, nos damos cuenta de que la barra se derritió. Como no está caluroso ese día, enseguida notamos que el magnetrón fue el que afectó el estado del chocolate.
Así le sucedió a Percy Spencer, el creador del primer horno microondas.
¿Cómo era el primer modelo a base del magnetrón?
Percy Spencer, sorprendido por la habilidad del magnetrón, realizó pruebas con distintos alimentos para averiguar la potencia del mismo:
- Acercó granos de maíz en una bolsa de papel, que por supuesto explotaron para volverse pochoclo.
- Llevó un huevo crudo que explotó cuando estuvo cerca del aparato.
- Dejó una tetera con agua, que hirvió a los pocos minutos.
Ese mismo año patentó el invento a base del magnetrón y dos años después, en 1947, comenzó a venderlo. Sin embargo, sólo era utilizado en hospitales, campamentos militares y otros lugares donde se preparaban grandes cantidades de comida.
Esto se debía a que medía dos metros y su valor comercial era de 3.000 dólares: demasiado grande y demasiado caro para que una familia tipo lo comprara.
En las siguientes décadas se desarrollaron unidades más prácticas y accesibles, hasta llegar a los hornos microondas de la actualidad: ya conocemos el clásico sonido y sabemos que no hay que meter la mano mientras está funcionando.