En una conversación con la BBC, la neurocientífica Marianne Wolf aseguró: “La lectura literalmente cambia el cerebro”. Sin embargo, se estima que a pesar de que hoy en día se leen más palabras que nunca (se calcula que un promedio de 100.000 por día) la mayoría se lee en ráfagas cortas en las pantallas y muy por encima. Algunos investigadores aseguran que transformar nueva información en un conocimiento consolidado en los circuitos del cerebro requiere múltiples conexiones con las habilidades de razonamiento abstracto, cada una de las cuales requiere un tiempo y atención que suele faltar en la lectura digital.
¿Qué es la lectura profunda?
“Cuando leemos a nivel superficial, sólo estamos obteniendo la información. Cuando leemos profundamente, estamos usando mucho más de nuestra corteza cerebral”, explicó Wolf en la charla con la BBC. La lectura profunda implica hacer analogías e inferencias, lo que permite desarrollar la capacidad crítica, analítica y empática. Según indica la neurocientífica, cuando un niño pasa de decodificar a leer fluidamente un texto, la ruta de las señales a través de su cerebro cambia.
La lectura profunda y su efecto físico en el cerebro
Según Marianne Wolf, la lectura se inventó hace apenas seis mil años. “Empezó de una manera simple, para marcar cuántos vasos de vino u ovejas teníamos. Y con el nacimiento de los sistemas alfabéticos, comenzamos a tener un medio eficiente para recordar y almacenar el conocimiento”, aseguró en la charla con la BBC. La neurocientífica también indicó que la lectura detenida y profunda permite hacer nuevas conexiones entre regiones del cerebro visuales, regiones del lenguaje, regiones para el pensamiento y regiones para la emoción.
La lectura profunda y su efecto mágico en el cerebro
Muchos investigadores indican que la lectura aporta tres poderes “mágicos”: la creatividad, la inteligencia y la empatía. Con la lectura, el cerebro entra en un estado meditativo, un proceso físico que ralentiza los latidos del corazón, lo que reduce la ansiedad. La biblioterapia, el arte de prescribir ficción para curar las dolencias de la vida, fue reconocida en el “Diccionario Médico Ilustrado” de la editorial “Dorland’s” en 1941. Su práctica se remonta a la Antigua Grecia, época en la que se colocaban notas en las puertas de las bibliotecas para advertir a los lectores sobre el hecho de que estaban a punto de entrar en un lugar de curación del alma. En el siglo XIX psiquiatras y enfermeras recetaban a sus pacientes toda clase de libros. Varios estudios en el siglo XX y XXI han comprobado que la lectura profunda agudiza el pensamiento analítico, lo que permite discernir mejor los patrones, una herramienta muy útil ante conductas desconcertantes de otros y de uno mismo.
¿Qué ocurre en el cerebro con la lectura digital?
“No es sólo qué o cuánto leemos, sino cómo leemos lo que es realmente importante”, aseguró Wolf en conversación con la BBC. Según la neurocientífica, así como al aprender a leer de la manera tradicional el cerebro se formatea y graba los itinerarios de la razón y los caminos a la emoción, “al aprender a leer en los medios digitales el cerebro traza rutas distintas y, si dejamos de un lado la lectura profunda, borrará las anteriores, si es que existían”.
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