Esta forma de pintar letras es característica de Buenos Aires y se distingue por usar muchos colores, trazar líneas que se convierten en espirales y dar efectos tridimensionales con sombras y perspectivas.
Su nombre proviene del latín filum que significa hilo. Se lo bautizó de esta forma haciendo alusión a las líneas que suelen utilizarse por debajo de las letras para decorar el cuadro final.

En la Ciudad Autónoma nació en el siglo XIX de la mano de los inmigrantes que, con sus pinceles, comenzaron a experimentar. Con los años, el fileteado se convirtió en un ícono de los barrios porteños.
Actualmente, hay murales, estaciones de subte, colectivos y pintadas callejeras que tienen inscripciones y dibujos emparentados con este estilo.

En 2015, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura lo declaró Patrimonio Cultural. A la hora de realizar esta elección, destacaron "el uso de íconos que representan a santos, políticos admirados, ídolos de deportes y la música. También el uso de proverbios y dichos que son incorporados en los diseños".

