En la Ciudad de Buenos Aires, un abanico de relojes históricos y monumentales resisten al paso del tiempo. Desde torres y monumentos, han sido testigos de los principales hechos históricos desde hace décadas. La Torre Monumental, ex Torre de los Ingleses, conserva en perfecto estado desde 1914 una réplica del Big Ben bajo su cúpula, a 60 metros de altura.
Se trata del reloj más grande de la Ciudad y del país, y su maquinaria fue parte de un proceso de restauración el año pasado; por primera vez en la historia desde su instalación en 1914, se desarmó por completo.
La restauración del reloj en la Torre de los Ingleses
A lo largo de estas semanas, el equipo de relojeros porteños asumió el reto de proceder al desarme completo del reloj de la Torre Monumental. El mismo se encuentra en el séptimo piso de la ex Torre de los Ingleses.
“Es la primera vez en la historia que la máquina del reloj se desarma por completo. Siempre que fue necesario, se reparó por etapas, pero en esta ocasión se le realizó una restauración de todo el sistema”, explicó Javier Terenti, el relojero encargado. Y comentó: “Como no existían las piezas, los bujes fueron realizados en nuestros talleres por medios de tornos y fresadoras para copiar las que ya estaban desgastadas por los años. El desgaste produjo que se endureciera el mecanismo, por lo que tuvimos que realizar el desarme completo y una limpieza manual de cada pieza. Una vez realizada la reparación de los engranajes y bujes, se rearmó la maquinaria y se puso a punto el reloj pieza por pieza, lo cual incluyó lubricación, ajuste de cuadrantes y otras labores".
Una réplica del Big Ben
Sus caras o cuadrantes miden 4,40 metros de diámetro. El mecanismo fue fabricado por la firma Gillett & Jonhston y es una réplica a menor escala del Big Ben de Londres. La maquinaria se compone de varias secciones de funcionamiento mecánico. La del reloj está provista de un péndulo de 4 metros, pesas, rueda de escape y engranajes. Funciona a través de un sistema denominado “satélite”, que da movimiento a las agujas, las cuales miden más de dos metros de largo. El mecanismo pone a andar los cuatro cuadrantes con la fuerza necesaria para que no deje de funcionar cuando hay tormentas o fuertes vientos.
El engranaje del reloj da cuerpo, además, a un sistema de campanas conocido como carrillón, con martillos y palancas que anuncian la hora cada 15 minutos con el sonar de cuatro campanadas (cada campana pesa unas tres toneladas). Así, desde los cielos, se informa a los viandantes cuando el reloj marca las horas y cuarto, y media, hora y tres cuartos y en punto con la clásica “Melodía de Westminster”. El entorno de la Plaza y la Estación Retiro despiertan, además, cada 60 minutos mediante un mecanismo específico con toque de hora de campana, que multiplica por doce los sonidos al mediodía y medianoche.
“Estos mecanismos dependen de un tambor a cuerda que poseen una pesas de 150 kilos que puede activarse manualmente con una palanca especial, aunque la estructura fue modificada para que se cargue automáticamente mediante un mecanismos con motores que cargan la cuerda y que luego se desconectan y permiten que el reloj quede funcionando mecánicamente sin electricidad y solo guiado por el movimiento del péndulo”, señala el Terenti.
Cómo es el equipo especializado en relojería monumental
En la Ciudad de Buenos Aires existe un equipo técnico encargado de la puesta a punto de los relojes monumentales. Realizan una rutina semanal de mantenimiento de los relojes porteños, los cuales son en su mayoría de funcionamiento mecánico y a cuerda. “Su funcionamiento a cuerda generalmente dura siete días. En la mayoría de los relojes de la calle utilizamos un hidroelevador para hacer las reparaciones, ya que los de torre suelen estar en altura. Es un trabajo de riesgo, pero es maravilloso”, afirma el relojero.
“En nuestros Talleres contamos con un equipo especializado en relojería monumental que se encarga del mantenimiento general de estas grandes maquinarias”, señaló Julia Domeniconi, secretaria de Atención Ciudadana y Gestión Comunal del Gobierno porteño. “Buenos Aires se caracteriza por la belleza de su arquitectura urbana, mantener estas verdaderas joyas en funcionamiento nos permite conservar todo el esplendor de la Ciudad”.
Los relojeros de la Ciudad también reparan y ponen a punto los relojes de la Casa de la Cultura, el Ministerio de Salud (ex Palacio Municipal), el Edificio Lezama, la Usina del Arte, la Iglesia del Pilar, el Cementerio de Recoleta y los relojes solares Seiko que permanecen en pie desde los años 70 en distintos puntos de la vía pública.
“La mayoría son relojes monumentales mecánicos de torre y algunos poseen sistemas electromecánicos”, apunta Javier Terenti. “Nosotros además les damos cuerda y nos encargamos de tareas como la lubricación o calibración. Son relojes que poseen piezas únicas y, para repararlos en casos de desgaste o rotura de alguna pieza, se hacen copias de las mismas en nuestros talleres, donde trabajan torneros, herreros y carpinteros”, agrega. El oficio permite al equipo acceder a lugares usualmente inaccesibles de la ciudad y disfrutar de estampas a vista de águila. “Vivimos subiendo y bajando escaleras y accedemos por pasadizos y tejados que están escondidos”, remarca el encargado.
Agradecemos a la Secretaria de Atención Ciudadana y Gestión Comunal - GCBA