A simple vista, Buenos Aires parece completamente plana. Sin embargo, tanto la Ciudad Autónoma como los municipios que integran el Área Metropolitana (AMBA) están atravesados por un relieve mucho más interesante de lo que pensamos. Hay pequeñas lomas, valles y cuencas que modelan el paisaje y que influyen directamente en la vida urbana, aunque la mayoría de los porteños y bonaerenses no repare en ello.
Una ciudad construida en una llanura
Buenos Aires se asienta en la gran llanura pampeana, uno de los territorios más extensos y planos del continente. Este tipo de relieve está caracterizado por extensas superficies sin montañas ni grandes sierras, lo que hace que las variaciones de altura sean mínimas. Sin embargo, aun en una llanura existen leves ondulaciones que, aunque imperceptibles en el día a día, cumplen un papel clave en el escurrimiento del agua y en la historia del poblamiento.
En el caso de Buenos Aires, esas ondulaciones dieron lugar a barrancas, lomas y pequeños valles donde se concentraron los primeros asentamientos, las vías de transporte y hasta las áreas verdes.
Qué es una cuenca hidrográfica
Para entender el relieve del AMBA es fundamental comprender qué es una cuenca hidrográfica. Se trata de un territorio delimitado naturalmente donde el agua de lluvia escurre hacia un mismo cauce, como un arroyo o un río principal.
En el Área Metropolitana de Buenos Aires existen varias cuencas importantes, como las de los arroyos Maldonado, Vega, Medrano, Riachuelo o Reconquista. Estos cursos de agua —muchos de ellos entubados— han moldeado depresiones en el terreno y generado valles que aún hoy se perciben en la topografía. Por eso, aunque gran parte de los arroyos ya no son visibles, sus huellas permanecen en la forma de las calles y en los problemas de inundación durante lluvias intensas.
Las elevaciones del paisaje porteño
Aunque no tengamos cerros ni sierras, Buenos Aires posee algunas elevaciones naturales que llaman la atención. Entre ellas se encuentran:
- La barranca del Río de la Plata, que se extiende desde Retiro hacia el sur de la ciudad y que en algunos puntos llega a tener varios metros de altura.
- Las lomadas de Belgrano y Palermo, que antiguamente eran terrenos más altos donde se levantaron quintas y residencias.
- Los bordes de las cuencas, que forman suaves pendientes hacia los valles de los arroyos.
Estas elevaciones nunca resultan abruptas: son apenas cambios de nivel que, por ejemplo, explican por qué algunas calles porteñas tienen largas bajadas o subidas casi imperceptibles.
Los valles escondidos de Buenos Aires
Del mismo modo, los valles son depresiones formadas por los antiguos arroyos. Aunque hoy muchos de ellos están ocultos bajo calles y avenidas, su huella sigue viva.
El caso más conocido es el del arroyo Maldonado, entubado bajo la actual avenida Juan B. Justo. Su valle natural explica la pendiente que tienen las calles que desembocan en esa arteria y también los problemas de inundación que sufrió históricamente esa zona.
Algo similar ocurre con los arroyos Medrano, Cildañez y Vega, que definieron la topografía de barrios enteros. En el conurbano bonaerense, el Riachuelo y el Reconquista son ejemplos mayores: dos valles extensos que aún determinan la expansión urbana y la localización de industrias y asentamientos.
Un relieve que casi no notamos
La vida urbana, el asfalto y los edificios hacen que muchos porteños y bonaerenses olviden que la ciudad está construida sobre un relieve complejo. Sin embargo, cada vez que llueve con intensidad el paisaje nos lo recuerda: el agua sigue el curso de las antiguas pendientes y valles, y se acumula en las zonas bajas.
El clima húmedo de la región, sumado a la frecuencia de lluvias, refuerza la importancia de comprender cómo funciona el relieve para planificar obras hidráulicas y evitar inundaciones. Es decir: aunque no veamos montañas ni colinas, el suelo porteño y bonaerense guarda secretos que condicionan nuestra vida cotidiana.
Conclusión
El relieve del AMBA es sutil pero determinante. Está hecho de suaves lomas, barrancas y valles formados por arroyos y cuencas hidrográficas. Puede que lo pasemos por alto al caminar por la ciudad, pero está ahí, marcando la pendiente de las calles, la ubicación de los barrios y el modo en que el agua de lluvia circula por la gran llanura pampeana. Reconocerlo es también una manera de mirar Buenos Aires con nuevos ojos y de entender mejor la relación entre naturaleza y ciudad.
Las imágenes originales de esta nota fueron publicadas en la cuenta de X de Matías Battaglia: @MBattaglia07