En las áridas y frías Montañas Blancas de Nevada, Estados Unidos, crecía uno de los seres vivos más antiguos del planeta: el árbol Prometeo. Se trataba de un ejemplar de pino de gran cuenca (Pinus longaeva), famoso por su longevidad y resistencia. Los estudios posteriores confirmaron que había vivido alrededor de 4.900 años, lo que lo convertía en el organismo no clonal más antiguo registrado hasta ese momento.
Su ubicación exacta estaba en el bosque de pinos bristlecone de Wheeler Peak, dentro de lo que hoy es el Parque Nacional Great Basin. La especie a la que pertenecía es conocida por soportar condiciones extremas, creciendo lentamente y formando madera tan densa que es prácticamente inmune a la descomposición.
La polémica tala de Prometeo en 1964

La historia de Prometeo terminó de forma inesperada y trágica. En agosto de 1964, un estudiante de geografía realizaba investigaciones sobre los anillos de crecimiento de los pinos milenarios para estudiar los cambios climáticos a lo largo de los siglos.
Durante su trabajo, el equipo decidió talar el árbol, aparentemente porque las herramientas para extraer muestras de su interior se habían dañado y no podían obtener un núcleo completo. Una vez cortado, descubrieron con asombro que aquel ejemplar superaba ampliamente cualquier registro conocido de longevidad en organismos no clonales.
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La tala generó un debate mundial y críticas hacia la gestión forestal de la época. Hoy en día, Prometeo se considera un símbolo de la necesidad de preservar y estudiar la naturaleza con métodos no invasivos.
Características y legado de Prometeo

A pesar de su desaparición física, Prometeo dejó una huella duradera en la historia de la biología y la conservación ambiental. Algunas de sus características más relevantes fueron:
- Especie: Pinus longaeva (pino de gran cuenca).
- Edad estimada: entre 4.862 y 4.900 años.
- Ubicación: Montañas Blancas, Nevada, Estados Unidos.
Actualmente, parte del tronco de Prometeo se conserva en museos y universidades para la investigación. En el lugar donde creció, una pequeña placa recuerda su existencia y advierte sobre la importancia de cuidar los ecosistemas.
Su historia también impulsó cambios en las regulaciones forestales y en la conciencia pública sobre la tala de árboles antiguos, reforzando la idea de que la ciencia y la preservación deben ir de la mano.
