En la jungla, donde nadie quería entrar, los padres jesuitas levantaron varios pueblos. Los habitaron los guaraníes, que aprendieron incluso a fabricar pianos.
No hace falta un gran esfuerzo para imaginarse cómo era una misión jesuítica. Solo basta con viajar hasta San Ignacio, en Misiones, para darse cuenta de lo estupendas que eran aquellas construcciones. ¿Las hicieron los jesuitas? Bueno, en realidad ellos dirigieron la obra, que en definitiva edificaron los guaraníes. Los indígenas no solo colocaron un ladrillo sobre otro, sino que también los fabricaban en sus propios hornos de barro. Más que una ciudad, la misión jesuítica era un verdadero país en miniatura. Un grupo gobernaba (los padres jesuitas), había un Cabildo con indígenas, una imprenta, una biblioteca, una iglesia, un cementerio, una escuela. Todo lo que se comía se cultivaba allí. Toda la ropa se fabricaba allí. También los muebles (sillas, mesas, camas), la vajilla, los objetos de arte y los instrumentos musicales.
Como Francisco
Los jesuitas pertenecen a una orden religiosa llamada Compañía de Jesús. La fundó San Ignacio de Loyola en 1534, en París. En la actualidad es la mayor orden religiosa masculina católica del mundo. El papa Francisco pertenece a ella. El pueblo de Yapeyú, donde nació José de San Martín, era el centro de una misión jesuita fundada en 1627 con el nombre de Nuestra Señora de los Santos Reyes de Yapeyú
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