La mentira en la infancia: ¿por qué los niños pequeños mienten sin darse cuenta? - Billiken
 

La mentira en la infancia: ¿por qué los niños pequeños mienten sin darse cuenta?

La mentira es una conducta que, aunque pueda sorprender y preocupar a los adultos, forma parte del desarrollo de los niños pequeños. Un caso ilustrativo es el de Pablo, quien negó haber personalizado sus medias con el nombre de su equipo de fútbol, a pesar de la evidencia clara. Situaciones como esta, donde un niño de tres o cuatro años niega haber dibujado en una pared siendo el único presente o insiste en no haber comido chocolate con la boca llena, son comunes. Estos episodios se explican por el desarrollo cognitivo y socioemocional propio de la infancia.

El comienzo de la mentira en la infancia

Una de las principales motivaciones detrás de las mentiras infantiles es evitar las consecuencias negativas. Cuando los niños perciben el enojo de sus padres o recuerdan haber sido reprendidos por una acción similar, recurren a la negación como estrategia para evitar el castigo. Además, al no decir la verdad, buscan mantener una imagen positiva ante los demás y evitar la decepción de los adultos. En esencia, la mentira se convierte en una herramienta para esquivar situaciones que les resultan desagradables.

Sin embargo, es importante comprender que los niños pequeños aún no poseen las mismas capacidades cognitivas que los niños mayores o los adultos. Por ejemplo, todavía no pueden anticipar las consecuencias futuras de sus actos y, por lo tanto, no consideran la posibilidad de que su mentira sea descubierta. Asimismo, no han desarrollado plenamente la capacidad de entender que los pensamientos y las emociones de otras personas pueden ser diferentes de las suyas. En su lógica infantil, asumen que los demás pensarán y creerán lo mismo que ellos.

Aprendiendo a ocultar la verdad: el rol de la mentira observada

La forma en que los niños aprenden a mentir está fuertemente influenciada por la observación del comportamiento de los adultos. Los niños son testigos frecuentes de pequeñas mentiras dichas por sus mayores en el día a día. Frases como "no le digas a papá que comiste galletas" o excusas inventadas para evitar compromisos sociales transmiten a los niños la idea de que ciertas mentiras son aceptables. Inicialmente, los niños pueden reaccionar con inocencia ante estas situaciones, incluso contradiciendo a los adultos o revelando la verdad sin intención.

Con el tiempo y la repetición de estas experiencias, los niños empiezan a internalizar que, en algunos contextos, mentir puede ser una opción válida. Esto se refuerza cuando los adultos minimizan la importancia de estas pequeñas falsedades a las que ellos mismos recurren. A medida que crecen, los niños aprenden que las mentiras pueden ser descubiertas y, en consecuencia, adaptan sus estrategias. Si sus intentos de engaño son fácilmente detectados, comprenden que esta táctica no es efectiva y genera desconfianza. Por otro lado, si logran engañar con éxito, tienden a perfeccionar sus técnicas, haciendo que sus mentiras sean más elaboradas y difíciles de identificar.

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Ante una mentira infantil, es fundamental que los adultos actúen como modelos de sinceridad, evitando decir mentiras delante de los niños, incluso aquellas que parecen insignificantes. De esta manera, los niños aprenderán que la honestidad es un valor primordial y no podrán justificar sus propias falsedades basándose en el ejemplo de sus padres. Es más efectivo destacar la relevancia de la verdad y los beneficios de ser sincero con los demás.

Asimismo, se recomienda evitar castigos desproporcionados cuando un niño dice la verdad después de haber cometido una falta. Un castigo severo puede llevar al niño a concluir que mentir es la mejor manera de evitar la reprimenda. En lugar de esto, es preferible abordar la conducta inadecuada como una oportunidad para el aprendizaje, permitiendo que el niño se explique sin ser juzgado de antemano. Fomentar un ambiente de confianza reduce la necesidad de recurrir a las mentiras como mecanismo de defensa.

En conclusión, la mentira en la infancia es una etapa normal del desarrollo cognitivo, emocional y social, y no debe interpretarse como una señal de maldad. A través de sus primeras experiencias con la falta de verdad, los niños aprenden sobre las consecuencias de sus acciones. Si los adultos comprenden las razones detrás de estas conductas y las abordan de manera apropiada, podrán guiarlos hacia una comunicación honesta y sincera. La paciencia, una buena comunicación y el ejemplo positivo son herramientas clave para enseñar a los niños que la verdad siempre es la mejor elección, fortaleciendo su confianza en los adultos al no temer las consecuencias de sus errores.


(c) The Conversation / Mireia Orgilés y José Pedro Espada (Universidad Miguel Hernández) / imagen: XXXX

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