Este 8 de diciembre es uno de los últimos feriados del año, símbolo de que llega uno de los momentos más esperados por los chicos: el armado del árbol de Navidad. Es también una de las festividades más importantes para la religión católica.
Este día conmemora el Día de la Inmaculada Concepción de María y se celebra desde el año 1854 con el objetivo de reivindicar la figura de la Virgen como libre de pecado que se prepara para ser la madre del Mesías.
De acuerdo al cronograma de feriados oficiales establecido por el Ministerio del Interior, el 8 de diciembre es el anteúltimo del año. Le sigue el día de Navidad el 25 de diciembre. Este feriado tiene carácter de inamovible y en este año toca en día lunes, lo que dará inició a un fin de semana largo de tres días.
¿Por qué se arma el árbol de Navidad el 8 de diciembre?
El origen del árbol de Navidad se encuentra en las tradiciones paganas que, más tarde, fueron apropiadas y transformadas por el Cristianismo. En sus orígenes, existía una costumbre ancestral por la cual se cortaba un árbol y luego se lo adornaba como símbolo de fertilidad y regeneración.
Ante la imposibilidad de erradicar esas costumbres paganas por considerarlas una adoración a los objetos sin valor, el Cristianismo terminó por transformarlas. Según cuenta la leyenda, en el siglo VIII había un roble al cual durante el solsticio de invierno se le ofrecía un sacrificio. Un misionero inglés llamado San Bonifacio taló el árbol ante la mirada atónita de los lugareños y, tras leer el Evangelio, les ofreció un abeto como símbolo de amor a Dios y de la vida eterna porque su copa "señala al cielo".
A partir de entonces se empezaron a talar abetos durante la Navidad. Se cuenta que el teólogo Martin Lutero puso unas velas sobre las ramas de un árbol de Navidad porque centelleaban en la noche invernal.
También te puede interesar > Origen y mitos sobre el árbol de Navidad
Otra leyenda, más contemporánea, calcula que el primer árbol de Navidad tal y como lo conocemos nació en Tallín (Estonia) en torno al año 1441. Cuenta que había un árbol en la plaza principal de la localidad. Al parecer, un comerciante soltero comenzó a bailar alrededor del árbol en compañía de varias mujeres y acabaron quemando el árbol. El suceso, lejos de provocar consternación, desató la costumbre de iluminar abetos coincidiendo con la Navidad.
Con el paso del tiempo se comenzó a decorar los árboles con esferas, guirnaldas de colores y, más tarde, luces. Aparentemente, esta tradición comenzó en Alemania en 1605 con el obejtivo de darle calidez al invierno. En Finlandia llegó en 1800, a Inglaterra lo hizo en 1829, y en el Castillo de Windsor se vio por primera vez en 1841, de la mano del príncipe Alberto, esposo de la reina Victoria. A los hogares españoles llegó en 1870.