Adam Rainer nació en Austria cuando terminaba el siglo XIX, más precisamente en 1899. Desde que era chico su familia percibió que tendría características especiales, ya que no crecía al mismo ritmo que los demás niños. Se sabe que intentó ingresar al ejército a los 15 años y fue rechazado debido a su baja altura. Pese a esto, poseía unas manos y unos pies excepcionalmente grandes, lo que podía ser un indicador de una enfermedad que padecía su cuerpo: a los 18 años tenía una medida 53 de calzado.
Al llegar a los 23 años de edad, ya adulto, Adam solo alcanzaba 1.18 metro de altura, muy por debajo del promedio. Desde ese momento Adam comenzó a crecer a un ritmo inusual: en 1931, diez años después, había alcanzado la los 2.18 metros, o sea que había crecido un metro en una década a razón de 10 centímetros anuales. Esto le causó muchas de complicaciones entre la que se destacaba una curvatura en su columna vertebral que le trajo fuertes dolores de espalda y le impidió desenvolverse con normalidad.
Fue atendido entonces por dos médicos que lo diagnosticaron concluyeron que sufría acromegalia, una enfermedad provocada por un tumor en la glándula hipófisis o pituitaria que provoca que la hormona de crecimiento sea segregada en cantidades enormes. Esto llevó a que sus manos y pies crecieran de sobremanera, que su mandíbula sea prominente y sus labios muy gruesos.
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Se lo pudo operar y eso disminuyó el ritmo de crecimiento, pero ya era tarde y Adam perdió la visión de un ojo y un oído dejó de escuchar. A su vez, la deformación de su columna se hizo irreversible, por lo que tuvo que confinarse definitivamente en una cama. Adam falleció a los 51 años midiendo 2.4 metros de altura. Posee el triste record Guinnes a la “persona de altura más variable”. Nos consuela pensar que desde que falleció la ciencia avanzó y en la actulidad este tipo de tumores pueden detectarse a tiempo y tratarse para no llegar a la situación que padeció el austríaco.