La transición ecológica está en boca de todos, tanto en el ámbito internacional como en la Unión Europea y los países de nuestro entorno. En España, se ha creado incluso un nombre ad hoc para el ministerio, antes de Medio Ambiente, que indica el foco actual de su misión: Transición Ecológica y Reto Demográfico.
Aunque una transición ecológica no depende solamente de un ministerio, sino que involucra al gobierno en su conjunto, a las empresas y la sociedad.
Cambio social para un futuro posible
Muchas veces no queda claro qué es la transición ecológica. Y la definición es simple: en palabras del investigador Ernest García, es un “cambio social que lleva desde una situación ambientalmente insostenible (la actual) hasta otra ambientalmente sostenible”.
Es decir, consiste en transformar el futuro entre todos de manera que la forma de vivir (y consumir) tenga en cuenta los límites ambientales y no los sobrepase. Esto permitirá vivir a las futuras generaciones en un planeta mejor incluso del que hemos heredado.
Se trata, como se observa, de un reto mayúsculo.
Y en relación a construir ese cambio social el Gobierno de España ha anunciado un presupuesto para “transición ecológica de los centros educativos”. Esto es una buena noticia porque poner el foco en los niños y adolescentes siempre es apostar por el futuro. Y en este caso diseñar el mejor de los futuros posibles con los que más van a vivir en él.
Las tres E: educación, edificios y entornos
Pero resulta necesario revisar en qué debería emplearse este presupuesto para que no sea una oportunidad no aprovechada en profundidad. Y porque este reto debemos afrontarlo con la serenidad y acierto para la continuidad que esta causa merece.
En primer lugar, sería clave distinguir dos cuestiones respecto a los centros escolares: el software y el hardware.
El software es lo principal: la educación, lo que se imparte en ellos. Pero el hardware también tiene su peso. Es en los edificios de los centros educativos y en los entornos escolares donde se desarrolla la vida de los estudiantes durante muchas horas al día.
El medio ambiente como protagonista
En cuanto a la educación, se debe incorporar el reto de la transición ecológica como un marco de trabajo y de manera transversal. Como indica el ecólogo Alain Lipietz, el medio ambiente (el territorio, el espacio) ya no es el telón de fondo de los acontecimientos de la historia, sino que es su protagonista actual.
Y esto supone que no solo debe ser el contenido de una asignatura o una serie de asignaturas. En palabras de la investigadora Katia Hueso, “hay que educar en la naturaleza y ecoalfabetizar”. Igual que en los ochenta y noventa algunos aprendimos a reciclar en el colegio. Y lo enseñamos en casa: la transición ecológica tiene un aliado en las escuelas que debe verse reflejado en cada una de las asignaturas y temarios.
Una complejidad sin compartimentos
El investigador César Rendueles habla del déficit clamoroso en educación ambiental en la universidad. Esto es algo que está cambiando, afortunadamente, aunque hay mucho por hacer. También es el caso de los centros educativos, donde todavía no se ha incorporado claramente la transición ecológica.
Los colegios pueden favorecer la creación de una ciudadanía ambiental: futuros ciudadanos que entiendan el mundo y sus retos y que no cierran los ojos ante ellos. Los instrumentos (lengua, matemáticas, etc.) que se imparten en los centros son las herramientas con las que creamos otro futuro.
El poder de un profesor, formado, informado, es enorme. Yo, por ejemplo, todavía recuerdo a mi profesora Paloma, cuando hace casi tres décadas nos dijo que en el futuro nosotros abordaríamos el problema de la energía, y que el desarrollo de las renovables iba a ser nuestro reto de trabajo. Este asunto, ahora, es el presente.
Los profesores deben liberarse de parte de sus tareas para que puedan formarse para formar en transición ecológica. Es parte de la inversión que hay que realizar.
Ejemplos de confort ambiental y laboratorios para la sociedad
Otra de las cuestiones clave es intervenir en edificios, patios y calles en torno a los centros para conseguir criterios ecológicos y adaptarse al cambio climático. Para que podamos contar con entornos escolares seguros y naturales que apoyen el proceso de la transición ecológica. Sobre todo por practicar con el ejemplo.
¿Tiene sentido hablar del cambio climático mientras que los niños sufren altas temperaturas en las aulas? ¿Y promover la no contaminación mientras no existen aparcamientos para bicicletas en las escuelas? ¿Y que los espacios de recreo y caminos escolares no cuenten con árboles que mejoren la temperatura y el confort?
Teoría y práctica en los centros educativos
Mejorar la resiliencia climática de los colegios e institutos debe ser una buena parte de las inversiones. Una visión ambiciosa que convierta a los colegios en laboratorios para que los niños y adolescentes sean los protagonistas del cambio.
Instalar renovables, mejorar la envolvente de los edificios o plantar árboles: todas estas son acciones que suponen un cambio. Con información, con transparencia, explicando qué se hace y por qué se hace.
Los centros escolares deberían ser los edificios públicos preferentes para realizar proyectos piloto de mejoras para la transición ecológica. Pero hay que llegar a cada niño: al de pueblo y al de la ciudad. Es necesario, por tanto, un programa sistemático de inversiones en los entornos escolares que mejoren estos centros, por justicia social e intergeneracional.
La educación es una tarea que nunca acaba. Y que transmite certezas que deben ser aprendidas. En tiempos de incertidumbre muestra la posibilidad de un futuro mejor para nuestros hijos. La ciencia, incluida la social y la educativa, nos permite diseñar el futuro.
Podemos hacer de la educación una paloma mensajera.
(c) The Conversation / Alexandra Delgado Jiménez (Universidad Nebrija) / imagen: 123RF y Freepik