A fines 1811, la situación en la región no era nada sencilla. El contexto estaba convulsionado por varios hechos que se estaban sucediendo al mismo tiempo. Y Maria Catalina Echeverría de Vidal resultaría una pieza fundamental para conseguir el deseado objetivo: una bandera propia.
Por un lado, las derrotas militares en el Alto Perú presionaban a los combatientes, y por otro el dominio naval de los españoles sobre nuestras costas no daba tregua. A su vez, en Montevideo, el acecho del Virrey de Elío no cesaba.
Con este escenario de fondo, las autoridades nacionales determinaron enviar a Manuel Belgrano a Rosario a bloquear el paso de los españoles a través del Río Paraná. Belgrano, que siempre había insistido en contar con una insignia propia, finalmente impulsó la creación de una bandera “para distinguirnos de ellos y de todas las naciones”.
Maria Catalina Echeverría de Vidal y la primera bandera
Oriunda de Rosario, María Catalina era huérfana, por lo que se crió junto a una familia que se dedicaba a la venta de textiles. La conexión con Belgrano surgió gracias a su hermano, Vicente Echeverría, quien fue un abogado muy comprometido con la Revolución, amigo del vocal de la Primera Junta.
Según se pudo saber, Echeverría de Vidal tomó una tela celeste y otra blanca del negocio de Pedro Tuella. Luego, cosió los dos tejidos que formaría la primera bandera de la Patria que representaría a los soldados criollos en el combate contra los españoles.
El 27 de febrero de 1812 al atardecer, se izó en Rosario por primera vez la bandera de la Patria. El General Manuel Belgrano dijo: “Soldados de la Patria (...) juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores y la América del Sur será el templo de la Independencia y de la libertad. En fe de lo que así os juráis, decir conmigo ¡VIVA LA PATRIA!”.