Aunque muchas veces se piensa que los chicos que encuentran obstáculos en matemáticas simplemente “no se esfuerzan”, diversas investigaciones muestran algo muy distinto. Desde edades tempranas, algunos niños enfrentan desafíos específicos para comprender cantidades, comparar números o seguir procedimientos, y estas dificultades pueden aparecer incluso antes de aprender a sumar o restar. Conocer estas diferencias es clave para acompañarlos mejor en la escuela y en casa.
Dificultades matemáticas tempranas: un fenómeno más común de lo que parece
Según especialistas, alrededor del 5 al 7% de los estudiantes presenta problemas persistentes para desenvolverse en matemáticas. No se trata de falta de voluntad ni de interés, sino de una combinación de factores cognitivos que afectan la forma en que procesan la información numérica.
Entre los indicadores más tempranos se encuentran problemas para reconocer cantidades pequeñas sin contar, dificultades para comparar cuál grupo es más grande o menor, y desafíos para vincular símbolos con cantidades concretas. Estas señales pueden pasar desapercibidas en el aula inicial, pero tienen impacto a futuro: si no se atienden a tiempo, influyen en la confianza y en el rendimiento de los siguientes años escolares.
Qué habilidades matemáticas se desarrollan en los primeros años
Antes de que un niño aprenda operaciones formales, su cerebro ya está trabajando con conceptos matemáticos básicos. La literatura científica describe tres grandes áreas que se van formando en la primera infancia:
- Sentido numérico: Es la capacidad de percibir cantidades, ordenar números y comprender que los valores representan magnitudes distintas. Los chicos con dificultades suelen tardar más en establecer estas relaciones, lo que luego complejiza la comprensión del sistema decimal o el aprendizaje de operaciones.
- Memoria de trabajo: Para resolver una cuenta, los estudiantes necesitan sostener información en la mente durante unos segundos. Quienes tienen una memoria de trabajo más limitada pueden perder pasos de un procedimiento, olvidar datos o frustrarse más fácilmente.
- Estrategias de resolución: En la escuela primaria, los chicos aprenden diversas maneras de resolver un mismo problema. Pero quienes tienen dificultades tienden a repetir procesos sin entenderlos o a usar estrategias que no son efectivas para cada caso.
La importancia de detectar las señales a tiempo para actuar ante las dificultades
Las dificultades matemáticas no suelen desaparecer solas. Al contrario: se acumulan. Por eso, reconocer los primeros signos permite actuar antes de que la brecha con el resto del grupo aumente.
Los docentes pueden observar cómo los chicos comparan cantidades, si reconocen patrones, si pueden dividir objetos en partes iguales o si les cuesta retener información por más de unos segundos. A nivel escolar, estas observaciones sirven para planificar estrategias didácticas que acompañen mejor cada proceso.
Cómo se interviene desde la escuela
La evidencia señala que las intervenciones más efectivas son las que combinan práctica guiada con actividades que fortalecen la comprensión profunda. Algunas líneas de trabajo recomendadas incluyen:
- Juegos matemáticos: Dinámicas simples con dados, cartas o fichas ayudan a reforzar la noción de cantidad, a comparar valores y a mejorar la rapidez de reconocimiento numérico. Además, mantienen la atención sin generar presión.
- Representaciones visuales: Tablas, bloques, líneas numéricas y diagramas permiten que los estudiantes vean lo que no siempre pueden procesar mentalmente. Estas ayudas visuales facilitan la comprensión de la composición de los números y de las operaciones básicas.
- Trabajo paso a paso: Desglosar un problema en partes pequeñas permite que los chicos organicen mejor la información y no queden atrapados en la memoria de trabajo.
- Refuerzo individualizado: Los especialistas coinciden en que la intervención personalizada, especialmente en los primeros años de primaria, tiene un impacto muy significativo. Cuanto más específica es la ayuda, mejores son los resultados.
Cómo pueden acompañar las familias
Las matemáticas generan ansiedad en muchos hogares, pero acompañar el aprendizaje no requiere dominar ecuaciones ni recordar largos procedimientos. Lo más importante es fortalecer la confianza del niño y su vínculo con la materia.
Actividades cotidianas como cocinar, ordenar objetos, repartir porciones o leer precios en el supermercado pueden convertirse en oportunidades para poner en juego habilidades numéricas. Además, cuando los adultos muestran una actitud positiva ante un problema, los chicos suelen animarse más.
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Por qué entender estas dificultades cambia la forma de enseñar
Enseñar matemáticas no es solo explicar procedimientos: también es comprender cómo piensa cada estudiante. Al reconocer estas diferencias desde el inicio, las escuelas pueden crear entornos más inclusivos donde los chicos no sientan vergüenza por preguntar, equivocarse o intentar una estrategia distinta.
Cuando los estudiantes reciben apoyo temprano, no solo mejoran su desempeño: también desarrollan una relación más sana con las matemáticas. Esto es clave para su vida escolar y para su futuro, ya que esta disciplina está presente en múltiples decisiones cotidianas.
Más allá de los números: una mirada integral
Las dificultades matemáticas tempranas no definen la capacidad intelectual de un niño. Con intervenciones adecuadas, apoyo emocional y enseñanza adaptada, es posible cerrar brechas y fortalecer aprendizajes. Entender cómo se construyen estas habilidades —y qué desafíos pueden aparecer en el camino— permite diseñar una escuela más justa, accesible y respetuosa de los ritmos de cada estudiante.
Basado en una nota de The Conversation / Reproducido bajo el formato Creative Commons / Autores de la nota original: Valentín Iglesias Sarmiento y Leire Pérez Pérez (Universidade de Vigo) / Imagen: 123RF
